jueves, septiembre 07, 2006

19. La lectura como experiencia didáctica

19. La lectura como experiencia didáctica
Marisela Partido Calva*

Las investigaciones pedagógicas recientes permiten afirmar que no existe una política coherente que sirva de fundamentación para una pedagogía de la lengua eficaz. Sin embargo, la escuela puede hacer algo para mejorar la comunicación educativa, dentro de la cual la lectura tiene prioridad, por muchas razones.

Estudiar significa ante todo leer, pero la lectura no constituye tema de un curso. Todas las disciplinas la presuponen y bajo muy distintas formas utilizan la escritura como herramienta de las actividades desarrolladas en la escuela, ya sea para realizar ejercicios, pruebas de control o de evaluación, o bien como instrumento de conceptualización, de referencias, por lo que se puede afirmar que la lectura se encuentra implícita en el programa de todas las disciplinas. Tanto si se trata del aprendizaje o de la evaluación, la lectura se halla en el centro del trabajo escolar y, más aún, cuando se intenta favorecer la autonomía de los estudiantes en su formación, mayor es el encuentro con lo escrito y por lo tanto más decisivo y necesario será el dominio de la lectura.

El éxito escolar no es el objetivo final ni único de la lectura, tal vez el propósito fundamental del acto lector sea establecer relaciones entre lo que está escrito, lo que se sabe y lo que hay que hacer. Sin embargo, hay que admitir que no existe una relación intrínseca entre el hecho de comprender un texto y el hecho de servirse de lo escrito para hacer con él otra cosa distinta que no sea responder a las preguntas de los docentes. La auténtica dificultad de la lectura radica ahí. La lectura no ha sido un objetivo en sí misma, sino una herramienta al servicio de un proyecto, cuyo empleo depende de otros proyectos.

La escuela aísla la lectura de los fines en los que ésta se inscribe socialmente, a pesar de que leer constituye una actividad al servicio del ocio; en la escuela, la lectura se presenta, la mayoría de las veces, como una imposición del programa escolar, pero le falta la dimensión esencial de actividad de aprendizaje, de distracción o placer que la caracteriza fuera de la clase.

Por otra parte, la escuela no parece ser consciente de la función fundamental de aprendizaje que la lectura ejerce en los estudios, en cuanto instrumento privilegiado de comprensión, de acción y de evaluación.

Plantear la necesidad de una conducta lectora elaborada por el maestro significa que éste conozca a fondo los supuestos teóricos de los usos posibles, poseer un conocimiento profundo sobre lo que debe enseñar y ser capaz de perfilar los conocimientos de sus alumnos, tomándolos en consideración para favorecer la adquisición, afirmación y enriquecimiento de los mismos.

Los análisis de Benard Charlot (citado por Charmeux, 1992) sobre el rendimiento del saber en las clases populares conducen a la conclusión de que lo que " opone a los sujetos denominados dotados de los otros, no es una diferencia de dones ni una diferencia de forma de inteligencia, sino una distinta familiarización con lo escrito, la documentación, el distanciamiento que provoca la confrontación con el pensamiento ajeno cuando aparece escrito"(p.26). Las supuestas dificultades de conceptualización observadas en los alumnos de clases populares no provienen en modo alguno de una incapacidad específica, tampoco obedecen a ningún handicap sociocultural, éstas son el producto de la marginación social, y también escolar, del pensamiento escrito.

El proceso de conceptualización no es ni espontáneo ni innato. Es el resultado de la puesta en común de datos diversos, de la confrontación de tesis opuestas, de perspectivas distintas sobre un mismo tema, las cuales pueden llevarse a cabo a través de la lectura.

Sin embargo, es evidente que la escuela ha fallado en esta tarea. Muchos estudiantes saben leer y entender literalmente el texto escrito, pero se les dificulta ir más allá de lo textual para realizar una comprensión y valoración de lo leido, mucho más difícil les resulta, por lo tanto, relacionar lo leido con sus conocimientos previos o con su vida diaria.

Esta situación puede obedecer, entre otros factores, a que la concepción de aprendizaje mediante la lectura en el ámbito escolar se ha visto entorpecida por dos aspectos:

a) una suposición optimista por parte de los maestros, quienes consideran que los estudiantes por sí solos desarrollarán habilidades y estrategias para llevar a cabo la lectura. En la práctica educativa nos encontramos con un gran número de estudiantes que desconocen o no saben utilizar estrategias para obtener información, para organizar el contenido temático y para poner en práctica sus funciones cognoscitivas; consecuentemente, les es difícil acceder a nuevos aprendizajes a través de la lectura.

b) una interpretación inadecuada de la función del texto dentro del proceso de aprendizaje, como resultado de no prestarle atención a su naturaleza, estructura y contenido.

Como se ve los factores que intervienen en la problemática de la lectura son diversos, y pueden ser agrupados en internos y externos. Los primeros se refieren a los conocimientos que posee el lector, puntos de vista, procesos y recursos cognoscitivos del sujeto, formación y motivación; es decir, hacen alusión a los aspectos cognoscitivos, afectivos y motivacionales del lector. Por su parte, los factores externos tienen relación con los aspectos físicos y ambientales, así como también hacen referencia a la estructura sintáctica del texto y su contenido, tipo de texto, etc.

Sin embargo en este trabajo, que constituye una síntesis de un estudio realizado en el Instituto de Investigaciones en Educación, interesa enfatizar la incidencia del contexto escolar y específicamente el papel del docente en la práctica de la lectura.

Los estudiantes argumentan leer por exigencias institucionales, la lectura que realizan está más relacionada con los requerimientos del programa que por el interés personal de formarse en una determinada disciplina.

El profesor es un mediador importante entre el estudiante y el texto escrito; de alguna manera determina el encuentro del alumno con los procesos de descodificación de la palabra escrita. Analizar cómo se realiza ese proceso y qué tan compatible es con el comportamiento del alumno parece ser esencial para entender cómo responde el estudiante a la participación del profesor en el desarrollo de su propia competencia comunicativa. Con frecuencia, el maestro influye de manera inconsciente en las actitudes y valores de los estudiantes, al comunicar no sólo conocimientos, sino también actitudes. En efecto, los docentes son modelos a los que se observa y de los que se aprende y por ello, desempeñan un papel crítico en las actitudes de los estudiantes frente a la lectura, su estimulo e influencia posibilitan que los alumnos adopten una actitud positiva hacia esta forma de aprendizaje.

Aun cuando la escuela es sólo uno de los contextos para el aprendizaje y práctica de la lectura es importante que se considere el papel que desempeña el maestro como conducto a través del cual los estudiantes conceptualizan, valoran y emplean la lectura dentro y fuera del ámbito escolar. Además, el maestro acumula una amplia gama de experiencias sobre el aprendizaje en el aula, aunque muchas veces se trata de una experiencia subjetiva y anecdótica, pues en pocas ocasiones tiene tiempo suficiente para sistematizar o reflexionar sobre su práctica docente. De ahí que en la investigación realizada se haya planteado la necesidad de recuperar la experiencia educativa de los maestros en esta actividad con miras a promover el interés y el compromiso hacia la lectura.

La aproximación al problema de estudio se ofrece desde tres fuentes de información: la primera proviene de la revisión de otras experiencias relacionadas con la temática de interés; la segunda parte de la sistematización de la información proporcionada por docentes con una amplia experiencia en la enseñanza, y la tercera, de la reflexión sobre mi propia práctica docente.

El trabajo metodológico lo integran dos etapas: la primera se relaciona con la revisión bibliohemerográfica sobre la temática analizada y la segunda con la indagación a través de encuestas aplicadas a docentes universitarios para sistematizar sus puntos de vista sobre la lectura.

El estudio de campo se realizó en la Unidad Regional Xalapa de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), institución de carácter público dependiente de la Secretaría de Educación y Cultura del Estado de Veracruz, dedicada a la formación y nivelación de profesores en servicio, en el nivel preescolar y primario, que se caracteriza por tener una planta de maestros con una amplia experiencia docente en distintos niveles educativos; la mayor parte del personal cuenta con tiempo completo o medio tiempo, los maestros que acceden a laborar en esta Institución han demostrado su formación y experiencia en el trabajo docente, ya que han tenido que cubrir requisitos estrictos de ingreso, vía examen de oposición y evaluación curricular con criterios y normas nacionales.

Las licenciaturas que ofrece esta universidad se realizan a través de las modalidades abierta y semiescolarizada; ambas presuponen el estudio independiente como base de la formación, lo que implica la práctica frecuente de la lectura. En las dos modalidades se ofrecen asesorías durante la semana y en la semiescolarizada incluso los sábados de manera obligatoria, realizandose en función de la lectura previa de los materiales de estudio. Los curson son evaluados generalmente a través de trabajos escritos, razón por la cual fue elegida para este estudio.

Se elaboró y validó el instrumento, el cual fue aplicado de manera individual a 10 maestros de la Unidad Regional Xalapa, cuya actividad principal es la docencia orientada a la formación de profesores con experiencia docente en otras Instituciones de Educación Superior (IES); cada aplicación duró de 20 a 30 minutos, y en general los docentes mostraron buena disposición para responder; la mayoría de ellos ampliaron la información con algunos comentarios sobre la importancia del tema, otros con la observación de que era necesario contemplar el tipo de disciplina con la que trabajan, el tiempo de que disponen para llevar a cabo sus asesorías, justificando que a veces no pueden utilizar la lectura dentro del salón de clases porque les lleva mucho tiempo.

El instrumento aplicado consta de tres apartados:

a) una presentación donde se explica el propósito del cuestionario y se solicita la colaboración de los docentes para proporcionar información relacionada con su práctica educativa y lectura;

b) dos apartados de preguntas de tipo cerrado: uno enfocado a obtener información general sobre los maestros en términos de la experiencia docente, formación profesional y tipo de contratación; y otro dirigido a las actividades cognoscitivas que realizan cuando leen;

c) dos apartados con preguntas abiertas orientados a indagar la conceptualización de los docentes en torno a la lectura y sus preferencias, así como a su práctica educativa en relación con el empleo de la lectura.

Detrás de esta búsqueda subyacen problemas teóricos con respecto a la manera en que ellos conciben la lengua escrita, ya sea como fenómeno social y/o como escolarización, pues se parte del supuesto de que el modo de concebir la lectura influye en la forma de realización de su práctica educativa. Por esta razón, el trabajo se orientó a detectar cómo conceptualiza la lectura el docente para, posteriormente, indagar cómo la emplea en clases. Para lo cual se consideraron los siguientes supuestos:


1. Reconstruir e interpretar los significados de una práctica social, como lo es el uso de la lectura, requiere considerar una conceptualización que permita relacionar la descripción con un referente; por ello se partió de una aproximación que vincula el análisis de las prácticas culturales con el análisis de estructuras y situaciones sociales dentro de las cuales se generan tales prácticas. En otras palabras, se analiza el empleo de la lectura en el salón de clases considerando el contexto institucional donde ésta se presenta.

Plantear la apropiación del conocimiento mediante la lectura involucra definir las relaciones y prácticas institucionales a través de las cuales los alumnos hacen suyos los contenidos que la escuela pretende transmitir. Los usos de la lengua escrita dentro del contexto escolar son aprendidos por los estudiantes al observar como actúa el maestro con respecto a ella y, al mismo tiempo, al participar en las diversas prácticas educativas que presuponen el empleo de la lecto-escritura.

Leer es un proceso cognitivo, pero también una actividad fuertemente imbuida de las interacciones entre el maestro y los compañeros de la clase. Los modelos de interacción entre maestro- alumno, alumno-contenido y alumno-alumno son relaciones importantes de considerar cuando se analiza el proceso educativo en su conjunto. Por tal razón, al analizar los usos didácticos de la lectura debemos tenerlos presentes. Además encuestas realizadas a profesores universitarios muestran que éstos conocen las relaciones teóricas entre lectura y aprendizaje, pero en la práctica docente se limitan a emplear la lectura como medio para que los estudiantes adquieran información sobre los contenidos temáticos.

La institución escolar también tiene una influencia crucial en la práctica lectora. Alumnos y maestros aducen que en las escuelas no se lee lo suficiente porque no existe una exigencia institucional que requiere el empleo constante de la lectura y ésta se lleva acabo en los limites de lo estrictamente necesario.

En ocasiones se intenta emplear la lectura dentro del aula, pero es el maestro quien interpreta el texto escrito, ya sea haciendo un preámbulo, una ampliación del contenido o bien proporcionando las líneas para interpretar el texto, minimizando así la participación de los estudiantes en la búsqueda del significado. Esto define una característica esencial que se presenta en la escuela con respecto a la interacción maestro-alumno en torno al texto escrito. Al trabajar con los libros los alumnos se enfrentan a una doble exigencia: interpretar el texto y captar la interpretación del maestro. El conocimiento es transmitido más bien por medio de la interpretación que ofrece el docente que por una lectura directa de los libros por parte de los estudiantes.

En efecto, en el salón de clases el empleo de la lectura, además de que es poco frecuente, suele darse a través de la mediación del maestro, quien selecciona, interpreta y concluye lo que el texto plantea. Es el docente quien da las instrucciones con relación a la lectura elegida, es también quien señala de dónde a dónde leer, qué apuntar, qué retomar o qué enfatizar. Se presentan acciones de los maestros en las que se emplea la lectura, pero no se destaca la importancia de su uso; además, las condiciones para llevar acabo la lectura no siempre son propicias; el tiempo del cual dispone el alumno para comentar la lectura es mínimo, en comparación del que utiliza el docente, tanto para exponer un tema como para explicar la clase.


2. La lengua escrita es concebida como fenómeno social y de escolarización desde dos posiciones:

2.1 La que caracteriza a la lectura como un proceso descontextualizado, relacionado con el pensamiento abstracto que permite una serie de desarrollos cognoscitivos;

2.2 La que propone historizar y contextualizar el estudio de la utilización de la lengua, así como sus posibles consecuencias cognoscitivas y sociales. El estudio realizado se fundamenta en la segunda posición teórica, pues intenta comprender las condiciones materiales del trabajo docente (experiencia, formación académica, tipo de contratación) como el contexto en el que se presentan los usos particulares de la lengua escrita. En este sentido, las prácticas de la lectura no se presuponen en abstracto, sino a partir de situaciones especificas. Las prácticas de lectura dependen de las distintas relaciones que se establecen tanto con la palabra escrita como con la conceptualización que se tenga del aprendizaje y las diferentes condiciones de trabajo profesional en las que se presenten.


3. Se reconoce la influencia que ejerce el docente sobre la manera en que los alumnos llegan a considerar el proceso de la lectura como forma de aprendizaje. Parece obvio que lo que se ve y oye influye en los intereses y conductas. Así, por ejemplo, las actitudes del maestro hacia los libros, la forma en que responde en relación con lo que se escribe y las experiencias que proporciona acerca del uso de la lectura van modelando la actitud del estudiantado sobre cómo responder al material escrito.

Los profesores, se lo propongan o no, son para sus estudiantes modelos de los estilos, de las estrategias de aprendizaje que utilizan y de las actitudes frente a los saberes. Los docentes enseñan a través del discurso pedagógico, pero también con su comportamiento y su visión del mundo; desempeñan un papel critico en las actitudes de los estudiantes hacia la lectura, su estimulo e influencia posibilitan que los alumnos adopten una actitud positiva frente a esta forma de aprendizaje. Dado que son modelos a los que se observa y de los que se aprende, es preciso que se fomente entre ellos la lectura, que la utilicen dentro del salón de clases, de esa manera estarán enseñando que los libros son parte importante del quehacer educativo y que tiene un papel preponderante en la formación intelectual y humana.

De este modo, los modelos a los cuales están expuestos los alumnos, el tipo de material escrito al que tienen acceso, las tareas de lectura que tienen que enfrentar y sus propios intereses son motivadores que influyen de manera silenciosa en el empleo de la lectura.


4. En este estudio se parte de la conceptualización de la lectura como una fuente de información, de aprendizaje, que permite resolver problemas tanto del contexto escolar como de la vida cotidiana, posibilitando ampliar la visión del mundo, el desarrollo de la sensibilidad y los procesos intelectuales.

La práctica de la lectura amplía el vocabulario del lector, enriqueciendo su expresión, facilitando la comprensión y autoreflexión sobre el tiempo y el espacio que el ser humano ha vivido o está viviendo, por lo que su utilidad no se circunscribe solamente al ámbito escolar.

La lectura como forma de aprendizaje tiene un papel preponderante en la adquisición, reproducción y creación del conocimiento; para que esto sea así se requiere contar con un cuerpo teórico coherente que sirva de fundamento para comprenderla. La corriente cognoscitivista aporta elementos importantes en esta tarea, puesto que concibe el aprendizaje como un proceso activo, donde el sujeto es un procesador que organiza, elabora y transforma la información que el texto escrito le provee. Asimismo, da por hecho que el conocimiento implica la construcción permanente de una estructura, entendida ésta como la base organizadora de experiencias que permite la integración de nuevos conocimientos. Para el aprendizaje es esencial la estructuración del conocimiento, la organización del conjunto de experiencias, ya que funcionan como guías para la asimilación y comprensión de otras ideas y conceptos que se van adquiriendo. De esta manera, el alumno aprende gracias al desarrollo de estructuras cognoscitivas que le permiten interpretar y evaluar la información.

La incidencia de los planteamientos de la teoría cognoscitiva en la lectura parece ser clara: para que el lector pueda comprender un párrafo de un texto le es indispensable la estructuración previa de sus conocimientos en patrones básicos y generales que le permitan relacionar la información o conocimientos que el texto le presenta con los esquemas previos que posee.

La lectura es una actividad compleja , realizada con propósitos definidos y relacionada con otras actividades. Involucra la atención, la memoria, el razonamiento y la afectividad y, por lo tanto, se relaciona con el pensamiento; la comprensión lectora es el producto de un conjunto de análisis visuales, fonéticos, semánticos y pragmáticos que interaccionan entre sí, es un proceso cognoscitivo mediante el cual se construye el significado de la información proporcionada por el texto. La lectura como proceso de reconstrucción de significados presupone para su realización los esquemas previos del sujeto, la estructura del texto, los conocimientos o información ofrecidos a través del contenido y los procesos puestos en juego para entenderlo. Desde la perspectiva cognoscitivista, la lectura, como una forma de aprendizaje, es un proceso activo, donde el lector es un procesador que organiza, elabora y transforma la información del texto.

Coincido con Jensen (citado por Cuevas, 1984: 35) cuando afirma que el procesamiento de información depende de los siguientes aspectos: el conocimiento del lector sobre lo que el texto trata; cantidad y contenido del material; lo que los conceptos significan para el lector; deseo del lector de leer; expectativas y propósitos del lector. Es por ello que la lectura se considera un proceso constructivo, porque el lector tiene que construir el significado del texto a partir de sus conocimientos previos integrados en esquemas conceptuales, los cuales entran en juego por su actividad estructurante.

Para desarrollar estos conceptos recurrimos a diferentes teóricos de la corriente cognoscitivista. Piaget es un antecedente importante, ya que ofrece una explicación de los procesos psicológicos subyacentes en el ser humano. Su paradigma para estudiar la conducta humana se basa en las estructuras cognoscitivas, por medio de los procesos de asimilación y acomodación que determinan las percepciones, representaciones y acciones del sujeto. Plantea que el conocimiento no es el reflejo del objeto en el sujeto, ni se produce en un sujeto pasivo, es necesario que éste actúe sobre el objeto para conocerlo, lo cual implica la construcción permanente de una estructura; todo conocimiento implica una estructura que sirve de sustento para desarrollar nuevas estructuras.

Por su parte, Bruner(1964) sostiene que el hombre cuenta con un código y procesamiento de información cuyo producto es la representación, la cual es concebida como la forma de responder al ambiente y es complementaria e inseparable de la estructura, esto es, de la serie de proposiciones por las cuales un conocimiento puede generarse y relacionarse de un modo significativo.

Otro autor destacado dentro de esta perspectiva teórica es Ausubel (1976), quien considera que un aprendizaje se vuelve significativo cuando un material o contenido se incorpora a una estructura cognoscitiva previamente formada. Para explicar los procesos de comprensión y retención precisa sus características y señala su organización de carácter jerárquico, en la cual el conocimiento conceptual ocupa un papel importante para el aprendizaje.

Gagné (1974) propone que en la constitución de la capacidad intelectual el hombre va adquiriendo patrones básicos de acciones motoras e intelectuales para interactuar con su medio y, además, va aprendiendo estrategias cognoscitivas, esto es, habilidades organizadas internamente que orientan los procesos relacionados con la solución de problemas.

Por último, interesa mencionar otra aportación relevante en este enfoque: la categoría de los esquemas, desarrollada por Rumelhart y Norman (1975). Estos autores señalan que existen dos tipos de información: una particular, relacionada con las experiencias individuales específicas; y una general abstraida de numerosas experiencias particulares. Pertenecen a esta clase de información todos los conceptos genéricos, los cuales son llamados esquemas o marcos.

De acuerdo con Aguilar (1982: 173) los esquemas son "unidades de información [...] general, que representan las características comunes de objetos, hechos o acciones y sus interrelaciones." Los esquemas cognoscitivos considerados como estructuras de datos que representan los conceptos genéricos desempeñan varias funciones psicológicas de gran importancia que, entre ellas, juegan un papel fundamental en la comprensión. La interpretación de una situación está supeditada a la configuración de esquemas seleccionados, ya que cada uno dará mayor o menor importancia a cada aspecto de la misma. Los esquemas dirigen y controlan nuestra conducta en situaciones específicas, a través de la generación de expectativas múltiples de los aspectos que la integran.

Los autores mencionados coinciden en considerar que durante el aprendizaje es básica la estructuración del conocimiento, es decir, la organización del conjunto de experiencias previamente aprendidas, ya que funcionan como guía para la asimilación y la comprensión de otras ideas y conceptos que se van adquiriendo.

Desde este enfoque teórico la lectura no se limita a la codificación ni a la reproducción literal de un mensaje sino, por el contrario, hace referencia a un proceso de interpretación y construcción por parte del lector. Lo que éste comprenda dependerá de una serie de factores, tales como sus experiencias, sus conocimientos y creencias previas o, si se prefiere, la comprensión estará en función de sus esquemas de conocimiento. Para comprender el texto escrito el lector debe entender cómo el autor ha estructurado u organizado la información que el texto ofrece y relacionar las ideas del texto con las que tiene en su mente. Es mediante estas dos vías que el lector interactúa con el texto para elaborar el significado. La comprensión es el proceso de construir el significado a través de relacionar las ideas relevantes del texto con las ideas que ya se tienen. Comprender es construir puentes entre lo nuevo y lo conocido; el lector no puede evitar interpretar con base en sus conocimientos, más aún, es a partir de éstos que logra interpretar.

Para alcanzar la comprensión de un texto se requieren las siguientes condiciones:

a) el contenido debe ser de un nivel cercano a los esquemas ya existentes en el lector para propiciar la asimilación, o

b) agregar al contenido del texto ayudas que le proporcionen al lector información necesaria para favorecer la comprensión.

Por su parte, el lector debe poseer un conjunto de habilidades que le posibiliten adaptarse de manera estratégica a las características del texto y a los requerimientos de la tarea de lectura para que se logren los cinco procesos fundamentales de la comprensión: adquisición, retención, integración, recuperación y generalización de la información. Además, en la comprensión existe una experiencia personal explícita, en la medida que sabemos cuándo estamos entendiendo un texto o cuándo tenemos problemas para hacerlo; esta experiencia puede incluso ir acompañada por estados afectivos de logro o de frustración, dependiendo del éxito o fracaso experimentado. Ello implica que la comprensión de un texto está relacionada con un metaconocimiento, el cual es un elemento útil para lograr un aprendizaje eficiente o significativo.

De acuerdo con Ausubel (1976) tal aprendizaje puede lograrse cuando el lector obtiene el significado del texto y lo relaciona con sus ideas y conocimientos previos de manera útil y comprensible. En este sentido, se sostiene con Smith, que la lectura es comprensión en tanto la información impresa tiene significado cuando el lector puede relacionarla con la información que ya posee.


5. La escuela representa sólo un contexto en un continuo de contextos de socialización relacionados con la lectura. Existen diferentes usos y funciones, así como diversas maneras de negociar el texto escrito, por lo que se hace necesario que los docentes en el salón de clases destaquen una gama diversa de estructuras de participación para el aprendizaje, de tal modo que las actividades de lectura entren en las interacciones del aula como alternativas sociales, colaborativas y naturales a las actividades de habla y no se presenten como eventos solitarios orientados por el profesor, sino como una práctica comunicativa entre otras prácticas.

Dentro de la escuela la lectura puede utilizarse de diferentes maneras para desarrollar diversas habilidades. Se puede usar en las discusiones grupales sobre algún tema, lo que posibilita que desaparezcan dudas y que unos aprendan de otros. Si el objetivo de la clase es conseguir que los alumnos se percaten de la diversidad de tipos de información contenida en un texto, se pueden utilizar diferentes tipos de preguntas que les exigan recordar, analizar y emitir juicios.

Sería conveniente iniciar con un repaso del contenido para que los alumnos puedan aportar algún dato u ofrecer u planteamiento, pudiendo comparar sucesos o encontrar semejanzas y diferencias existentes en los planteamientos desarrollados. Posteriormente se promovería una sesión de preguntas que impliquen relacionar el contenido con sus experiencias para valorar lo que la lectura les aporta. El eje de estas actividades se centra en que las respuestas a distintos tipos de preguntas requieren diferentes formas de pensar y que la lectura puede proporcionar una amplia gama de respuestas. Si se visualiza la lectura como una forma de aprendizaje y de pensamiento los maestros valorarán sus alcances y posibilidades didácticas.


6. La lectura como medio de comunicación, forma de aprendizaje y posibilidad de crear nuevas ideas presupone al lenguaje, al procesamiento de información y a los procesos relacionados con la enseñanza y aprendizaje. A través del lenguaje se ponen de manifiesto las ideas que poseemos. Leer y escuchar nos permiten elaborar nuestras ideas; escribir y hablar nos capacitan para mostrarlas y reconstruirlas. Mediante el lenguaje no sólo se transmite el conocimiento, sino también se le crea y recrea. El lenguaje nos muestra una manera de nombrar las cosas y de participar en la cultura, ya que la mayor parte de los encuentros con ella son sobre todo simbólicos, más que directos; el lenguaje constituye un medio de comunicación y, al mismo tiempo, una forma de representar el mundo en el cual nos comunicamos.

En la práctica de la lectura subyacen patrones de lenguaje y de pensamiento; a través de ella se obtiene información de hechos específicos, útiles para escribir y ofrecer un cierto sentido de cómo comunicarse mediante lo que se escribe. Desde esta perspectiva, la lectura es una oportunidad para formular y generar ideas, obtener información y aprender nuevas formas de comunicarse.

Los supuestos teóricos antes descritos sirvieron de base tanto para elaborar la encuesta, como para interpretar los resultados. Los datos obtenidos ofrecen un panorama general sobre la práctica de la lectura en una institución de educación superior. Resulta interesante constatar la variedad de concepciones que los maestros tienen sobre la lectura, el libro y los usos que este proceso cognoscitivo puede tener en la educación.

Aún cuando existe una diversidad de respuestas sobre cómo se concibe la lectura, ninguno de los docentes encuestados la visualiza como una alternativa de aprendizaje; reconocen que es un medio importante para obtener información, pero a pesar de ello no la emplean en el desarrollo de sus asesorías, pues consideran que no cuentan con el tiempo suficiente para utilizarla, porque en ocasiones el texto escrito resulta difícil de comprender, ya sea por la terminología que emplea o porque los estudiantes no poseen la información previa necesaria para entenderlo. Cuando llegan a emplearla como parte de la clase es para centrar el tema, para aclarar dudas, para contestar cuestionarios, para definir y aclarar conceptos, para analizar un tema determinado o desconocido, o bien cuando éstos no leyeron previamente. Existe una coincidencia entre el uso de la lectura y la manera en que los docentes leen. Por ejemplo, el porcentaje de maestros que afirman usar la lectura en el salón de clases para contestar cuestionarios coincide con el porcentaje de los que leen para encontrar datos específicos buscando responder a preguntas planteadas con anterioridad.

Otro dato importante de comentar, ahora con respecto a la actividad lectora de los docentes, es que éstos cuentan con experiencia en las aulas, con preparación académica adecuada (la mayoría ha realizado estudios de posgrado) y con buenas condiciones laborales en términos de tipo de contratación; sin embargo, aducen que leerían más si contaran con el tiempo para hacerlo. Este es un factor ha considerar pues casi todos lo plantean como condicionante para llevar a cabo la lectura o para utilizarla en el salón de clases. Tomando esto en cuenta se intentó indagar sobre los usos de la lectura, cómo y para qué la utilizan los docentes, en qué situaciones la emplean, qué leen y con qué frecuencia lo hacen. A estas preguntas respondieron que leen diariamente, ocho de ellos asumen que lo hacen para preparar sus clases, leyendo material relacionado con sus cursos: bibliografía básica, antologías, guías de trabajo; otros contestan que leen antes de la clase y combinan la lectura con la redacción, pero la mayoría respondió que utiliza la lectura extraclase; son pocos los docentes que la emplean durante el desarrollo de la misma para confrontar puntos de vista de diversos autores sobre una temática común. También argumentaron que leerían más si contaran con material interesante, de fácil lectura y, sobre todo, actualizado y relacionado directamente con la docencia. Dos de los diez encuestados reportaron leer el periódico y material novedoso, mientras que sólo uno contestó que además de la bibliografía básica de sus materias también lee las reformas educativas, los nuevos acuerdos y disposiciones en materia educativa.

En el punto donde se les solicita que agreguen la información que consideren pertinente, una maestra respondió que hay una diferencia entre el ideal (lo que una maestra desea o quisiera obtener de la práctica de la lectura con sus alumnos), y lo que realmente se logra, dado que reconoce que existen carencias en la comprensión lectora de los estudiantes del nivel superior. Sugiere que es necesario insistir en la práctica de la lectura, ya que es fundamental para la formación e información de los alumnos. Dos maestros agregan que sería conveniente considerar el contenido de la materia y hacer una clasificación de acuerdo con los tipos de cursos de que se trata, ya que no es lo mismo la lectura en matemáticas, que en psicología o historia. Esta respuesta ofrece información acerca de la importancia que tiene el tipo de texto en la práctica de la lectura.

Respecto a la manera como leen los docentes, podemos afirmar que el total de maestros encuestados responden que entienden lo esencial del texto; 8 de ellos subrayan las ideas centrales; 7 determinan cómo desarrolló el autor el tema y buscan a través de la lectura responder a preguntas previamente planteadas. La mitad de los docentes sitúan la posición teórica del autor, captan la estructura del texto y hacen resúmenes de lo leido.

A manera de conclusión diré que el empleo del lenguaje escrito es fundamental para lograr la adquisición, consolidación y transmisión de cualquier conocimiento, por eso es importante analizar los usos didácticos de la lectura.

Como hemos visto, los factores que intervienen en la práctica de la lectura son diversos y, en particular, se ha destacado aquí la incidencia de la institución escolar, específicamente el papel del maestro. El uso de la lectura depende de las distintas relaciones que se establecen tanto con la palabra escrita, como con la conceptualización que se tenga de ella y de las diferentes condiciones de trabajo en las que se presenta, por lo que se consideraron en este análisis las condiciones materiales del trabajo docente, en términos de la experiencia, la formación académica y el tipo de contratación de los docentes.

Se analizó el uso de la lectura en el salón de clases a partir del contexto institucional donde ésta se presenta y se esclarece la manera como se concibe. Desde un punto de vista cognoscitivista, se plantea la lectura como fuente de aprendizaje, de información, que permite resolver problemas tanto del contexto escolar como extraescolar, como un medio que permite ampliar la visión del mundo, el desarrollo de la sensibilidad y los procesos cognitivos; como un proceso de reconstrucción de significados, donde los esquemas previos del sujeto, la estructura del texto y los procesos mentales juegan un papel relevante. Desde esta posición teórica, la lectura es un proceso activo en el que el lector es un procesador constructivo que organiza, elabora y transforma la información que el texto escrito ofrece.

Piaget, Brunner, Ausubel, Gagné aportan elementos importantes para la comprensión de la lectura; coinciden en afirmar que es un proceso de interpretación y construcción que presupone la estructuración del conocimiento, esto es, la organización del conjunto de experiencias previamente aprendidas, las cuales funcionan como guía para la comprensión de otras ideas y conceptos que se van adquiriendo a través de la lectura.

El significado que el lector construye no sólo proviene de la hoja impresa, sino también de sus experiencias, de sus conocimientos previos, estructurados en esquemas, los cuales orientan la comprensión del texto y permiten establecer notas o imponer énfasis selectivos en la información del contenido y en los procesos inferenciales. En general ayudan a determinar qué información es relevante para el lector y cuál no lo es.

Los esquemas, el tipo de texto, los objetivos de lectura y el interés del lector juegan un papel importante para lograr comprender el material escrito. La institución escolar, y con ella los docentes, ejercen una influencia importante en la manera de concebir y emplear la lectura. El profesor es un mediador importante en este proceso.

La escuela representa sólo un contexto dentro de un continuo de contextos de sociabilización relacionados con la lectura, de ahí que sus usos y funciones sean diversos, por lo que las actividades de lectura deberían entran en las interacciones del salón de clases como alternativas sociales, colaborativas y naturales a la actividad del habla y no únicamente como eventos aislados.

Revalorar el lenguaje y con él la lectura es una tarea indispensable en el proceso educativo, ya que ambos hacen posible hablar de uno mismo, de los contenidos curriculares y de la situación social.



REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS



AGUILAR, Javier



1982 "Los métodos de estudio y la investigación cognoscitiva", Enseñanza e Investigación en Psicología, México, vol. IX, núm. 18.



AUSUBEL, David



1976 Psicología Educativa: Un enfoque cognoscitivo, México, Trillas.



BRUNNER, Jerome



1986 Acción, pensamiento y lenguaje, México, Alianza.



CUEVAS, Adrián y M. ESCOBAR



1984 "Aproximaciones teóricas para el análisis de la comprensión de la lectura", Foro Universitario, México, STUNAM, núm. 44.



CHARMEUX, E.



1992 Cómo fomentar los hábitos de lectura, Barcelona, Aula Práctica.



GAGNÉ, R.



1974 Las condiciones del aprendizaje, Madrid, Aguilar.


1975 Principios básicos del aprendizaje para la instrucción, México, Diana.


Tomado de:
Colección Pedagógica Universitaria
No. 27-28
Enero - Diciembre 1997

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18. Caperucita Roja aprende a escribir

18. Caperucita Roja aprende a escribir

FERREIRO, E., PONTECORVO, C., RIBEIRO MOREIRA, N. y GARCÍA HIDALGO, I., Caperucita Roja aprende a escribir: estudios comparativos en tres lenguas, Barcelona, Gedisa, 1996, 269 pp (Colec. LEA).

Las autoras nos presentan algunos resultados de una investigación comparativa de (re)producción infantil de textos escritos en tres lenguas: español (con datos recabados en México y Uruguay), italiano y portugués. Los datos son relativamente simples: solicitan a los niños que escriban el cuento de La Caperucita Roja, conocido en diferentes versiones por todos ellos. De esta manera, se dan a la tarea, inmensa, de crear una base de datos computacional para codificar y cargar los textos producidos por los niños, diseñando programas especiales para la consulta de la base. Este trabajo, aparentemente mecánico, supuso una eficiente comunicación entre las investigadoras, necesaria para tomar decisiones importantísimas en cuanto a la definición de los datos finales que quedarían en la base y a la forma en que éstos quedarían representados, de tal manera que pudieran recuperar la información deseada en cualquier momento. El primer capítulo del libro, Lengua escrita e investigación comparativa, nos informa sobre estos procesos de coordinación y de toma de decisiones, y es, al mismo tiempo, un valioso material de carácter metodológico para quien aún tiene la costumbre y el gusto de trabajar con datos en psicolingüística y áreas afines.

Con los datos codificados en la base se crea un corpus cuya exploración minuciosa es prácticamente imposible de agotar. Así, las diferentes investigadoras se dedican a recortar o seleccionar tópicos de interés que puedan ser explorados, trabajados e investigados productivamente. Como nos aclaran Clotilde Pontecorvo y Emilia Ferreiro:



...aunque lo que se desee confrontar sean las <historias> producidas por los niños en toda su complejidad, esa finalidad no puede alcanzarse de inmediato, sino a través de trabajos sobre aspectos que puedan parecer limitados pero sobre los cuales es posible construir conocimientos en ámbitos casi inexplorados y que resultan tener, como veremos, un notable interés psicolingüístico y psicopedagógico (p.23)

Con la base de datos, la selección de los tópicos por investigar, la teoría de la equilibración de las estructuras cognitivas de Piaget en mente y un gran bagaje de conocimiento histórico sobre los procesos de construcción textual en otros tiempos y culturas, las autoras tienen las herramientas para iniciar su labor de análisis.

Ferreiro y Pontecorvo nos exponen en el segundo capítulo, Los límites entre las palabras, cómo resuelven los niños ese pequeño gran problema de segmentar el texto por ellos producido. Observando las hipo e hipersegmentaciones y las palabras resistentes a la separación en las diferentes lenguas, hacen un análisis cualitativo y cuantitativo de gran interés y acorde, al menos parcialmente, con los resultados obtenidos por otros investigadores en México y Europa, lo cual indica que se va por buen camino en la investigación.

Clotilde Pontecorvo y Nadja Ribeiro Moreira se dan a la tarea de explorar, por otra parte, la gran variedad de formas gráficas válidas que puede adoptar la escritura del nombre del personaje principal de la historia. En el capítulo tercero, Chapeuzinho/Cappuccetto: variaciones gráficas y norma ortográfica, haciendo uso de la distinción entre el sistema gráfico y el sistema ortográfico de una lengua, dichas autoras analizan las motivaciones y las razones posibles de las variaciones ortográficas encontradas.

En el cuarto capítulo, Los límites del discurso: puntuación y organización textual, Emilia Ferreiro incursiona (por primera vez, desde mi muy personal punto de vista) en el análisis psicogenético de producciones propiamente textuales, es decir, producciones que rebasan los límites de la oración por parte de los sujetos, tratando de descentrarse de la visión adulta de la puntuación para intentar reconstruir la visión infantil de los problemas implicados en el uso de los signos que no son letras, pero que van con las letras.

Emilia Ferreiro y Nadja Ribeiro Moreira nos sorprenden (en el capítulo quinto) con un análisis de Las repeticiones y sus funciones en la evolución de la construcción textual, por cuanto crean, una vez más, nuevos observables para la investigación. Se concentran en clasificar las repeticiones de elementos (contiguos o no) aparecidas en los textos de los niños:



[...] y le dijo la abuelita: -pasa, pasa hijita

[...] -adiós mamá, adiós; y dijo adelante pasa dijo la abuelita;

le dijo que tenga cuidado porque el lobo anda suelto le dijo su mamá.



Asimismo, hacen un gran esfuerzo por desentrañar las posibles funciones que estas repeticiones pueden jugar en la evolución de la construcción textual en el niño.

Finalmente, Isabel García Hidalgo nos describe detalladamente en el sexto y último capítulo el sistema TEXTUS, sistema computacional en el que se apoyaron las autoras para poder realizar el análisis de los datos. García Hidalgo, con una gran experiencia en el procesamiento computacional de datos lingüísticos, pone a nuestra disposición no sólo la descripción sino el sistema mismo en un disco para sistemas PC o computadoras compatibles. Con el programa, teniendo buen cuidado de seguir las normas estipuladas de codificación de datos, podemos crear una base idéntica o similar a la usada en la investigación que referimos y cargar datos de textos producidos por niños. Contaremos, además, con programas que nos permitan interrogar esa base de datos y hacer nosotros mismos el análisis de un corpus propio de datos similares.

Un libro cuya lectura nos depara múltiples sorpresas; publicación con material que nos obliga a la discusión. Texto rico en ideas nuevas, difícil de leer (para seguir la tradición piagetiana) pero indispensable para quien trabaja los temas de la escritura, la lectura y su evolución en el niño, ya sea desde un ámbito psicológico o pedagógico. Abordarlo desde una perspectiva epistemológica sería también muy interesante, aun y cuando hubiese sido deseable una exposición más completa de los antecedentes de muchos de los tópicos analizados en el mismo.


Jorge Vaca

Instituto de Investigaciones en Educación

Universidad Veracruzana


Tomado de:
Colección Pedagógica Universitaria
No. 27-28
Enero - Diciembre 1997
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17. "Leer y escribir en un mundo cambiante" por Emilia Ferreiro

17. Leer y escribir en un mundo cambiante
Emilia Ferreiro

De las Sesiones Plenarias del 26 Congreso de la Unión Internacional de Editores. CINVESTAV-México http://www.editores.com/congreso2000/congreso2000/esp/plenarias/plenarias.htm#ferreiro

Emilia Ferreiro es doctora por la Universidad de Ginebra, donde tuvo el privilegio de ser alumna y colaboradora de Jean Piaget. Sus investigaciones sobre alfabetización fueron realizadas principalmente en en Argentina, donde nació, y en México, país donde actualmente reside y es profesora titular del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional.

Hubo una época, hace varios siglos, en que escribir y leer eran actividades profesionales. Quienes se destinaban a ellas aprendían un oficio, y a este oficio se dedicaban el resto de sus días. En todas las sociedades donde se inventaron algunos de los 4 o 5 sistemas primigenios (China, Sumeria, Egipto, Mesoamérica y, muy probablemente, también el valle del Hindus) hubo escribas, quienes formaban un grupo de profesionales especializados en un arte particular: grabar en arcilla o en piedra, pintar en seda, tablillas de bambú, papiro o en muros, esos signos misteriosos, tan ligados al ejercicio mismo del poder. De hecho, las funciones estaban tan separadas que los que controlaban el discurso que podía ser escrito no eran quienes escribían, y muchas veces tampoco practicaban la lectura. Quienes escribían no eran lectores autorizados, y los lectores autorizados no eran escribas. En esa época no había fracaso escolar. Quienes debían dedicarse a ese oficio se sometían a un riguroso entrenamiento. Seguramente algunos fracasaban, pero la noción misma de fracaso escolar no existía (aunque hubiera escuelas de escribas). No basta con que haya escuelas para que la noción de "fracaso escolar" se constituya. Veamos un símil con una situación contemporánea: tenemos escuelas de música, y buenos y malos alumnos en ellas. Si alguien no resulta competente para la música, la sociedad no se conmueve, ni los psicopedagogos se preocupan por encontrar algún tipo peculiar de "dislexia musical" que podría quizás ser superada con tal o cual entrenamiento específico. Ser músico es una profesión; y quienes quieren dedicarse a la música se someten a un riguroso entrenamiento. Y, aparentemente, las escuelas de música, en todas partes, tienen un saludable comportamiento. Todos los problemas de la alfabetización comenzaron cuando se decidió que escribir no era una profesión sino una obligación y que leer no era marca de sabiduría sino marca de ciudadanía. Por supuesto, muchas cosas pasaron entre una época y otra, muchas revoluciones sangrientas fueron necesarias en Europa para constituir las nociones de pueblo soberano y democracia representativa. Múltiples transmutaciones sufrieron los primeros textos de arcilla o de papiro hasta convertirse en libros reproducibles, transportables, fácilmente consultables, escritos en las nuevas lenguas desprendidas del latín imperial y hegemónico. Los lectores se multiplicaron, los textos escritos se diversificaron, aparecieron nuevos modos de leer y nuevos modos de escribir. Los verbos "leer" y "escribir" habían dejado de tener una definición inmutable: no designaban (y tampoco designan hoy día) actividades homogéneas. Leer y escribir son construcciones sociales. Cada época y cada circunstancia histórica da nuevos sentidos a esos verbos. Sin embargo, la democratización de la lectura y la lectura se vio acompañada de una incapacidad radical para hacerla efectiva: creamos una escuela pública obligatoria, precisamente para dar acceso a los innegables bienes del saber contenido en las bibliotecas, para formar al ciudadano consciente de sus derechos y sus obligaciones, pero la escuela no ha acabado de apartarse de la antigua tradición: sigue tratando de enseñar una técnica. Desde sus orígenes, la enseñanza de estos saberes se planteó como la adquisición de una técnica: técnica del trazado de las letras, por un lado, y técnica de la correcta oralización del texto, por otra parte. Sólo después de haber dominado la técnica surgirían, como por arte de magia, la lectura expresiva (resultado de la comprensión) y la escritura eficaz (resultado de una técnica puesta al servicio de las intenciones del productor). Sólo que ese paso mágico entre la técnica y el arte fue franqueado por pocos, muy pocos de los escolarizados en aquellos lugares donde más falta hace la escuela, precisamente por ausencia de una tradición histórica de "cultura letrada". Surge entonces la noción de "fracaso escolar", que es concebida, en sus inicios, no como fracaso de la enseñanza sino del aprendizaje, o sea, responsabilidad del alumno. Esos alumnos que fracasan son designados, según las épocas y las costumbres, como "débiles de espíritu", "inmaduros" o "disléxicos". (En los años 1960 la dislexia fue considerada "la enfermedad del siglo"). Algo patológico traen consigo esos niños, algo que les impide aprovechar una enseñanza que, como tal, y por la bondad de sus intenciones, queda más allá de toda sospecha. Pero el fracaso escolar es, en todas partes y masivamente, un fracaso de la alfabetización inicial que mal puede explicarse por una patología individual. Una década después, hacia 1970, los estudios en sociología de la educación desplazaron la responsabilidad de la incapacidad para aprender hacia el entorno familiar: en lugar de algo intrínseco al alumno habría un "déficit cultural". De hecho, una cierta "patología social" (suma de pobreza + analfabetismo) sería responsable del déficit o handicap inicial. Efectivamente, pobreza y analfabetismo van juntos. El analfabetismo no se distribuye equitativamente entre los países, sino que se concentra en entidades geográfico-jurídico-sociales que ya no sabemos cómo nombrar.

Hoy día no se sabe muy bien cómo clasificar a los países. Antes había "desarrollados" y "subdesarrollados", pero esta última calificación pareció peyorativa y fue reemplazada por un eufemismo: "países en vías de desarrollo". Pero ¿cuántas décadas puede un país estar "en vías de desarrollo sin acabar de desarrollarse?". De hecho, muchos de los países que antes parecían estar "en vías de desarrollo" parecen hoy día condenados a estar "en vías de subdesarrollo". Hubo una época en que los países se catalogaron en dos regiones: "Primer mundo" y "Tercer mundo", con un supuesto "Segundo mundo" que nadie asumió como designación adecuada para sí mismo. Y ahora hemos regresado a las coordenadas pseudo-geográficas: los ejes "Este" y "Oeste" desaparecieron, mientras que "Norte" y "Sur" tienen renovada vigencia (lo que obliga a innegables dificultades propiamente geográficas, tales como ubicar a Australia en el Norte y a México en el Sur). Yo hablaré de "periferia" para referirme a este Sur, que también existe... Total, que no sabemos cómo clasificar a los países, pero sí sabemos qué es la pobreza. Sabemos -y es inútil que lo ocultemos, porque el World Bank lo sabe y lo dice- que el 80% de la población mundial vive en zonas de pobreza. Sabemos que ese 80% conjuga todos los indicadores de dificultad para la alfabetización: pobreza endógena y hereditaria; baja esperanza de vida y altas tasas de mortalidad infantil; malnutrición; multilingüismo. (Sabemos, por supuesto, que ese 80% también es heterogéneo, ya que las desigualdades entre los países se expresan igualmente en desigualdades internas tanto o más pronunciadas). A pesar de cientos de prometedoras declaraciones de compromiso nacional e internacional, la humanidad ingresa al siglo XXI con unos mil millones de analfabetos en el mundo (mientras que en 1980 eran 800 millones). Los países pobres (ese 80%) no han superado el analfabetismo; los ricos (ese 20%) han descubierto el iletrismo. ¿En qué consiste ese fenómeno que en los años 80 puso en estado de alerta a Francia, a tal punto de movilizar al ejército en la "lucha contra el iletrismo"? El iletrismo es el nuevo nombre de una realidad muy simple: la escolaridad básica universal no asegura la práctica cotidiana de la lectura, ni el gusto por leer, ni mucho menos el placer por la lectura. O sea: hay países que tienen analfabetos (porque no aseguran un mínimo de escolaridad básica a todos sus habitantes) y países que tienen iletrados (porque a pesar de haber asegurado ese mínimo de escolaridad básica, no han producido lectores en sentido pleno). El tiempo de escolaridad obligatoria se alarga cada vez más, pero los resultados en el "leer y escribir" siguen produciendo discursos polémicos. Cada nivel educativo reprocha al precedente que los alumnos que reciben "no saben leer y escribir", y no pocas universidades tienen "talleres de lectura y redacción". Total, que una escolaridad que va de los 4 años a bien avanzados los 20 (sin hablar de doctorado y post-doc) tampoco forma lectores en sentido pleno. Está claro que estar "alfabetizado para seguir en el circuito escolar" no garantiza el estar alfabetizado para la vida ciudadana. Las mejores encuestas europeas distinguen cuidadosamente entre parámetros tales como: alfabetizado para la calle; alfabetizado para el periódico; alfabetizado para libros informativos; alfabetizado para la literatura (clásica o contemporánea); etc. Pero eso es reconocer que la alfabetización escolar y la alfabetización necesaria para la vida ciudadana, el trabajo progresivamente automatizado y el uso del tiempo libre son cosas independientes. Y eso es grave. Porque si la escuela no alfabetiza para la vida y el trabajo... ¿para qué y para quién alfabetiza? El mundo laboral está cada vez más informatizado, y la escuela (nuestra escuela pública, gratuita y obligatoria, esa gran utopía democrática del siglo XIX) está, en los países periféricos, cada vez más empobrecida, desactualizada, y con maestros mal capacitados y peor pagados. Peor aún: la democracia, esa forma de gobierno a la cual todos apostamos, demanda, requiere, exige individuos alfabetizados. El ejercicio pleno de la democracia es incompatible con el analfabetismo de los ciudadanos. La democracia plena es imposible sin niveles de alfabetización por encima del mínimo del deletreo y la firma. No es posible seguir apostando a la democracia sin hacer los esfuerzos necesarios para aumentar el número de lectores (lectores plenos, no descifradores). En las primeras décadas del siglo XX parecía que "entender instrucciones simples y saber firmar" podía considerarse suficiente. Pero a fines del siglo XX y principios del XXI estos requisitos son insostenibles. Hoy día los requisitos sociales y laborales son mucho más elevados y exigentes. Los navegantes de Internet son barcos a la deriva si no saben tomar decisiones rápidas y seleccionar información. Y la escuela de los países periféricos, que aún no aprendió a alfabetizar para el periódico y las bibliotecas, debe enfrentar ahora el desafío de ver entrar Internet en las aulas, no por decisión pedagógica, sino porque "el Banco Interamericano de Desarrollo y Starmedia Network firmaron una alianza para introducir Internet en todas las escuelas públicas de América Latina y El Caribe", según noticias periodísticas ampliamente difundidas de fines de marzo 2000. (Por ej., El Financiero, de México, en la sección "Negocios" del 29 de marzo). Sospechosamente, candidatos a la presidencia o ministros de educación recién estrenados, de México a Argentina, sostienen un discurso coincidente: "Internet en las escuelas", como si las computadoras, de por sí, pudieran ser el trampolín de acceso a niveles de alfabetización nunca alcanzados, y como si los maestros -esos maestros desactualizados y mal pagados- fueran inmediatamente reciclables (o quizás desechables). Yo he dicho desde hace varios años en diversos foros, y continúo sosteniendo, que las nuevas tecnologías ayudarán sobremanera a la educación en su conjunto si contribuyen a enterrar debates interminables sobre temas perimidos: por ejemplo, "¿hay que comenzar a enseñar con caracteres ligados o separados?; ¿qué hacemos con los zurdos?; ¿hay que enseñar a leer por palabras o por sílabas?". Bienvenida la tecnología que elimina diestros y zurdos: ahora hay que escribir con las dos manos, sobre un teclado; bienvenida la tecnología que permite separar o juntar los caracteres, a decisión del productor; bienvenida la tecnología que enfrenta al aprendiz con textos completos desde el inicio. Pero la tecnología, de por sí, no va a simplificar las dificultades cognitivas del proceso de alfabetización (ignoradas también por la mayoría de los métodos pedagógicos), ni es la oposición "método vs. tecnología" la que nos permitirá superar las desventuras del analfabetismo. ooo

Antes de regresar al tema ineludible de las nuevas tecnologías quisiera insistir en la ecuación pobreza ® analfabetismo ® multilingüismo. Durante décadas hemos escuchado expresiones tales como "lucha contra el analfabetismo", lenguaje militar que caracteriza, además, a quienes son rechazados por el sistema escolar, como "desertores". Ese lenguaje militar sugiere un enemigo a vencer, y el desliz desde el abstracto "analfabetismo" hacia el concreto "individuo analfabeto" como enemigo visible es casi inevitable, sobre todo cuando la imagen militar es asociada a la imagen médica y se habla de "flagelo social", "plaga social" y similares (como si se tratara del paludismo o el cólera). (Todas esas son expresiones reiteradas en documentos oficiales, nacionales e internacionales, de 1970 hasta nuestros días). Es evidente que no puede haber "lucha contra el analfabetismo (o el iletrismo)" sino acciones destinadas a elevar el nivel de alfabetización de la población (en el entendido que "literacy" designa un continuo que va de la infancia a la edad adulta, y dentro de la edad adulta, un continuo de desafíos cada vez que nos enfrentamos con un tipo de texto con el cual no hemos tenido experiencia previa) [Por ejemplo, yo enseño a nivel Maestría y Doctorado, pero sigo alfabetizando a mis alumnos, porque es la primera vez que, como lectores, se enfrentan a investigaciones publicadas en revistas especializadas y, como escritores, deben producir por primera vez un tipo peculiar de texto académico que se llama "una tesis"] Pero recientemente, y con el mismo espíritu militar y militante, se ha declarado el "Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza". Yo me pregunto: ¿qué haremos con el multilingüismo? ¿Se les ocurrirá también que hay que erradicarlo porque hace más difícil y más costosa la alfabetización?

Aquí entran los editores en escena. Ustedes, editores, son los herederos de una poderosa e ilustre tradición. (Pido disculpas de mi ignorancia a los editores chinos, japoneses e hindúes aquí presentes, porque sólo me voy a referir a la tradición europea). La estirpe de los editores tiene notables ejemplos de todo tipo: creadores que no cesaron de dar nuevas formas a nuestro alfabeto, inventando sin cesar caracteres tipográficos (más legibles, más elegantes, mejor adaptados a tal o cual tipo de obra); artesanos del más alto rango que hicieron del libro una obra de arte; familias de editores que transmitieron un excelso saber de padres a hijos durante más de un siglo; editores que eran también hombres de erudición y traductores (los puntos de cruce entre la historia de los traductores y la historia de los editores son sumamente instructivos). Ustedes, editores, tienen en su árbol genealógico a ilustres defensores de la libertad de expresión, y eso desde los momentos iniciales del ejercicio del oficio, al poner en circulación textos que no respondían a los requerimientos del poder constituido. Pienso, por ejemplo, en Etienne Dolet, impresor de Lyon, acusado tres veces de ateísmo y herejía y finalmente quemado en la hoguera, a los 37 años de edad, place Maubert en París, en 1546. Etienne Dolet era un subversivo para la época porque introdujo en Francia obras publicadas en Ginebra (vinculadas con la Reforma religiosa), pero era también un erudito, autor de un diccionario analógico del latín, de un tratado de traducción y otro relativo a la puntuación y la acentuación. Es discutible si fue quemado vivo, junto con sus obras, por ser editor o por ser autor-prologuista de esos libros heréticos. Pero también es cierto que fueron necesarios 343 años para que un monumento en la misma plaza Maubert lo reconociera como Humanista, defensor de la libertad de pensamiento. Por más eruditos y humanistas que sean, LOS EDITORES PRODUCEN OBJETOS INCOMPLETOS POR NATURALEZA. Un libro es un objeto en busca de un lector, y no puede realizarse como objeto cultural hasta que no encuentra un lector. Ese lector es muy mal caracterizado cuando se lo define simplemente como un cliente. Se puede comprar una colección de libros para exhibirlos en la sala de recepción de la casa o en el estudio profesional. Esos libros siguen siendo objetos incompletos: bibelots sin intérpretes. El libro se completa cuando encuentra un lector-intérprete (y se convierte en patrimonio cultural cuando encuentra una comunidad de lectores-intérpretes). Por eso es tan singular la tarea de un editor: no solamente debe producir un objeto tan cuidado y acabado como sea posible, sino tener conciencia de que tal objeto, por más cuidado y acabado que sea, será siempre incompleto si no encuentra "el otro"/"los otros" que le darán completud. Ese "otro" (esos "otros") deben ser lectores. ¿Los editores de las próximas décadas van a concentrarse en producir libros para el 20% de la población mundial? ¿Van a retomar la antigua tradición de la lectura elitista, contraria a la idea de la alfabetización necesaria para la democracia? ¿Podemos pedirles (quién puede pedirles) que contribuyan a la completud de sus productos, o sea a la producción de lectores? La situación actual es grave, pero es interesante porque estamos en momentos de profundos cambios en la definición de la materialidad misma del objeto "libro". Algunos nos anuncian una nueva democracia vía Internet mientras que otros se anticipan a organizar prematuros funerales al objeto "libro", ese que tiene textura y olor, ese "de carne y hueso" con el que aprendimos a convivir durante siglos. En este tema, nos alerta Roger Chartier, hay que hacer un esfuerzo para ubicarnos "entre el discurso utópico y la nostalgia del pasado". Es fácil, demasiado fácil, hacer el elogio de los nuevos soportes electrónicos del texto impreso; es fácil (casi banal) aplicar el calificativo "democrático" a una nueva tecnología. Veamos un ejemplo emblemático. Durante décadas eminentes investigadores sostuvieron que el sistema alfabético de escritura estaba ligado a la democracia, por ser el más simple, perfecto, "scientific and easy to use". Esa visión se difundió ampliamente. Sin embargo, tres datos bastan para destruir este mito: en la Grecia clásica que inventó el alfabeto del cual somos tributarios, el número de adultos varones libres alfabetizados nunca fue superior al 20%, tal como lo muestran minuciosos análisis de historiadores recientes (W. Harris, 1989). Por otra parte, la fascinación de los lingüistas por el alfabeto hizo que las lenguas nativas de América y África, cualquiera fuera su estructura, se escribieran en un sistema alfabético, el cual no trajo consigo una alfabetización universal, mientras que Japón, con uno de los sistemas más complejos de escritura, resistió a todas las presiones por adoptar el alfabeto y tiene tasas de "literacy" superiores a las de Europa y USA. Internet, correo electrónico, páginas web... están introduciendo cambios profundos y acelerados en la manera de comunicarnos y de recibir información. Y eso es fascinante para cualquier estudioso de la lengua y de los cambios lingüísticos. Pero esos instrumentos no son "democráticos" por sí mismos (tanto como el alfabeto no es democrático, en sí mismo). Exigen, en cambio, capacidades de uso de la lengua escrita más flexibles que las que estábamos acostumbrados a aceptar. Hay nuevos estilos de habla y de escritura que están siendo generados gracias a estos medios. Saber navegar por Internet ya forma parte de los objetivos educativos declarados o en vías de declaración. No sabemos si los desnutridos y los desempleados aprenderán a leer y escribir para entrar a Internet (aunque no reciban créditos escolares por ello), o si quedarán nuevamente excluidos. Es difícil y riesgoso hacer predicciones.

Estamos hablando de futuro, y los niños son parte del futuro. Esos niños (todos los niños) no necesitan ser motivados para aprender. Aprender es su oficio. Small children learn, they learn all the time. Todos los objetos (materiales y/o conceptuales) a los cuales los adultos dan importancia, son objeto de atención por parte de los niños. Si perciben que las letras son importantes para los adultos (sin importar por qué y para qué son importantes) van a tratar de apropiarse de ellas. Todas las encuestas coinciden en un hecho muy simple: si el niño ha estado en contacto con lectores antes de entrar a la escuela, aprenderá más fácilmente a escribir y leer que aquellos niños que no han tenido contacto con lectores. ¿En qué consiste ese "saber" pre-escolar? Básicamente, en una primera inmersión en la "cultura letrada": haber escuchado leer en voz alta, haber visto escribir; haber tenido la oportunidad de producir marcas intencionales; haber participado en actos sociales donde leer y escribir tiene sentido; haber podido plantear preguntas y obtener algún tipo de respuesta. La relación entre las marcas gráficas y el lenguaje es, en sus inicios, una relación mágica que pone en juego una tríada: un intérprete, un niño y un conjunto de marcas. El intérprete (que, en sentido estricto habría que llamar "interpretante" por razones imposibles de desarrollar aquí) informa al niño, al efectuar ese acto aparentemente banal que llamamos "un acto de lectura", que esas marcas tienen poderes especiales: con sólo mirarlas se produce lenguaje. ¿Qué hay en esas marcas para que el ojo incite a la boca a producir lenguaje? Ciertamente, un lenguaje peculiar, bien diferente de la comunicación cara a cara. El que lee no mira al otro, su destinatario, sino a la página. El que lee parece hablar para otro allí presente, pero lo que dice no es su propia palabra, sino la palabra de un "Otro" que puede desdoblarse en muchos "Otros", salidos de no se sabe dónde, escondidos también detrás de las marcas. El lector es, de hecho, un actor: presta su voz para que el texto se re-presente (en el sentido etimológico de "volver a presentarse"). El lector habla pero no es él quien habla; el lector dice, pero lo dicho no es su propio decir sino el de fantasmas que se realizan a través de su boca. La lectura es un gran escenario donde es preciso descubrir quienes son los actores, los "metteurs en scène" y los autores. (Sin olvidar a los traductores porque, en gran medida, la lectura es presentación de otra lengua, semejante pero diferente de la lengua cotidiana). Parte de la magia consiste en que el mismo texto (o sea, las mismas palabras, en el mismo orden) vuelven a re-presentarse una y otra vez, delante de las mismas marcas. ¿Qué hay en esas marcas que permite no solamente elicitar lenguaje, sino provocar el mismo texto oral, una y otra vez? La fascinación de los niños por la lectura y relectura del mismo cuento tiene que ver con este descubrimiento fundamental: la escritura fija la lengua, la controla de tal manera que las palabras no se dispersen, no se desvanezcan ni se sustituyan unas a otras. Las mismas palabras, una y otra vez. Gran parte del misterio reside en esta posibilidad de repetición, de reiteración, de re-presentación. Hay niños que ingresan a la lengua escrita a través de la magia (una magia cognitivamente desafiante) y niños que entran a la lengua escrita a través de un entrenamiento consistente en "habilidades básicas". En general, los primeros se convierten en lectores; los otros, en iletrados o en analfabetos funcionales. Permítanme presentarles un ejemplo de lo que quiero decir. [Transparencia de dos textos, ambos con problemas de ortografía y segmentación entre palabras. Uno escribe "lengua escrita", mientras que el otro balbucea por escrito (aunque su texto no sea carente de interés). Uno tuvo inmersión en la "cultura letrada" desde el nacimiento, mientras que el otro fue introducido a la escritura como una técnica de transcripción]

¿Quiénes van a tener la voluntad, el valor y el empeño para romper el círculo vicioso? En Jomtien, Thailandia, 1990, se establecieron objetivos básicos de educación para todos, para la década 1990-2000. Por primera vez, el World Bank firmó al lado de los organismos internacionales (UNESCO, UNICEF). Los diez años se cumplieron y los objetivos son decepcionantes. En abril de este mismo año, en Dakar, se acaba de reunir un Foro Mundial de la Educación para extender por 15 años más los objetivos no cumplidos. Y así seguirá siendo, mientras no se revisen las presuposiciones iniciales, mientras se siga apostando a los métodos (concebidos para formar técnicos especializados) y se olvide la cultura letrada (derecho de cualquier niño que nace en los tiempos de la inter-conexión) Mientras tanto, los niños (que no pueden dejar de aprender porque no pueden dejar de crecer) están ávidos por entrar en los mundos desconocidos. Hay escritores en potencia de 4 a 12 años que pasan desapercibidos o, peor aún, son desautorizados porque el maestro solo es capaz de ver la ortografía desviante. [Ejemplo]

Mi función como investigadora ha sido mostrar y demostrar que los niños PIENSAN a propósito de la escritura, y que su pensamiento tiene interés, coherencia, validez y extraordinario potencial educativo. Hay que escucharlos. Hay que ser capaces de escucharlos desde los primeros balbuceos escritos (simples garabatos, según algunos, contemporáneos de los primeros dibujos que realizan). No podemos reducir el niño a un par de ojos que ven, un par de oídos que escuchan, un aparato fonatorio que emite sonidos y una mano que aprieta con torpeza un lápiz sobre una hoja de papel. Detrás (o más allá) de los ojos, los oídos, el aparato fonatorio y la mano hay un sujeto que piensa y trata de incorporar a sus propios saberes este maravilloso medio de representar y recrear la lengua que es la escritura, todas las escrituras. Este inicio de milenio es propicio para el cambio porque somos muchos los que tenemos algo nuevo para ofrecer. Ninguno de nosotros, actuando aisladamente, tiene capacidad para incidir en un fenómeno que ha resistido a todos los esfuerzos por aislar variables. Pero ahora tenemos: nuevas tecnologías de circulación de textos; nuevos insights (construidos a partir de minuciosas investigaciones de historiadores) sobre los modos de apropiación de la escritura por parte de diferentes actores sociales en diferentes momentos históricos; tenemos lingüistas dispuestos a recuperar la escritura (ese objeto perdido en un "no man's land"); tenemos pedagogos fatigados por la inútil disputa sobre métodos que desconocen al sujeto del aprendizaje; tenemos psicólogos, psicopedagogos y psicolingüistas con teorías suficiente válidas como para restituir al niño como ser pensante en su totalidad existencial (aunque haya psicolingüistas que insisten en retrotraer el debate a sus dimensiones técnicas más retrógradas, utilizando, por supuesto, una nueva terminología como "phonological awareness"). [Divisiones de este tipo no nos sorprenden, porque son inherentes a todas las disciplinas: no todos los historiadores piensan que es interesante ocuparse de las prácticas populares de lectura y escritura; no todos los lingüistas consideran que la escritura es un objeto de interés para la Lingüística, etc.] Esos niños y niñas curiosos, ávidos por saber y entender están en todas partes, en el Norte y en el Sur, en el centro y en la periferia. No los infantilicemos. Ellos se plantean, y desde muy temprano, preguntas con profundo sentido epistemológico: ¿qué es lo que la escritura representa y cómo lo representa? Reduciéndolos a aprendices de una técnica, menospreciamos su intelecto. Impidiéndoles tomar contacto con los objetos en los que la escritura se realiza, despreciamos (mal-preciamos o hacemos inútiles) sus esfuerzos cognitivos.

LA ALFABETIZACIÓN NO ES UN LUJO NI UNA OBLIGACIÓN: ES UN DERECHO.

Un derecho de niños y niñas que serán hombres y mujeres libres (al menos eso es lo que deseamos), ciudadanos y ciudadanas de un mundo donde las diferencias lingüísticas y culturales sean consideradas como una riqueza y no como un defecto. Las distintas lenguas y los distintos sistemas de escritura son parte de nuestro patrimonio cultural. La diversidad cultural es tan importante como la bio-diversidad: si la destruimos, no seremos capaces de recrearla. Venimos de un "pasado imperfecto", donde los verbos "leer" y "escribir" han sido definidos de maneras cambiantes -a veces erráticas- pero siempre inefectivas; vamos hacia un futuro complejo (que algunos encandilados por la técnica definen como un "futuro simple", exageradamente simple). Quizás sea posible que las voluntades se junten; que los objetos incompletos producidos por los editores encuentren a los lectores en potencia (que son también productores de textos tanto como productores de sentido); que los maestros de primaria recuperen, junto con sus alumnos, la capacidad de reír, llorar o sorprenderse cuando leen; que nadie tenga miedo a las nuevas tecnologías pero tampoco espere de ellas efectos mágicos; que nos comprometamos con los futuros lectores para que la utopía democrática parezca menos inalcanzable. Los niños -todos los niños-, se los aseguro, están dispuestos a la aventura del aprendizaje inteligente. Están hartos de ser tratados como infra-dotados o como adultos en miniatura. Son lo que son y tienen derecho a ser lo que son: seres cambiantes por naturaleza, porque aprender y cambiar es su modo de ser en el mundo. Entre el "pasado imperfecto" y el "futuro simple" está el germen de un "presente continuo" que puede gestar un futuro complejo: o sea, nuevas maneras de dar sentido (democrático y pleno) a los verbos "leer" y "escribir". Que así sea, aunque la conjugación no lo permita.

TOMADO DE LA "BIBLIOTECA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PATAGONIA"
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16. Emilia Ferreiro: "Necesitamos lectores críticos, atentos a los problemas sociales y políticos"

16. "Necesitamos lectores críticos, atentos a los problemas sociales y políticos"
La investigadora argentina Emilia Ferreiro llamó a los maestros a tomar protagonismo frente a las nuevas tecnologías
sábado, 04 de septiembre de 2004

El 8 de septiembre se celebra el Día Mundial de la ALfabetización. Una especialista en psicología genética advirtió sobre las brechas educativas.


Marcela Isaías / La Capital

"Yo no hablo, porque considero que no corresponde hacerlo, de educación o alfabetización digital, sino de alfabetización a secas, la misma que corresponde a nuestro espacio y tiempo". La definición, categórica, es de Emilia Ferreiro al referirse, en una conferencia dictada en Rosario ante más de 1.200 educadores, a qué significa leer y escribir en el siglo XXI. La postura de la pedagoga es consecuente con los trabajos que desde hace décadas desarrolla en materia de alfabetización, sobre todo en relación al acceso a la lengua escrita: es que para esta argentina, radicada en México y formada en Europa, no cabe otra idea que entender que la alfabetización es un derecho para todos por igual. Sobre todo cuando en el mundo la desigualdad impide el acceso a la educación a 113 millones de niños.

Emilia Ferreiro es discípula de Jean Piaget, ha escrito numerosos libros y publicaciones y ha recibido distintas distinciones por sus aportes a la ciencia y a la cultura, entre ellas seis doctorados honoris causa de diversas universidades del mundo. El miércoles pasado disertó en Rosario en una conferencia organizada por el Programa "El diario en el aula" de La Capital, que contó con los auspicios de la Universidad Nacional de Rosario, el Ministerio de Educación provincial, la Red Latinoamericana de Alfabetización, el teatro El Círculo y la Editorial Homo Sapiens; además de la colaboración del Programa Municipal de Sida (Promusida).

Aprovechó su visita a Rosario -a la que describió como "una ciudad que se está haciendo querer, porque se nota que sus ciudadanos la están queriendo"- para participar de varios encuentros con investigadores de la UNR y para entrevistarse con el intendente municipal (ver aparte).

Si hay algo que distingue a la obra de Ferreiro es aquello que mostró una vez más en la conferencia ante una audiencia compuesta mayoritariamente por maestros y profesores: su mirada global de la educación, la misma que invitó a tener a los educadores en distintos momentos de su discurso. Y el hecho no fue casual, porque el interrogante sobre el que basó su exposición de poco más de dos horas fue cómo alfabetizar en un mundo desigual y en todo caso de qué se habla cuando se habla de alfabetización hoy.

No se trata -en la visión de Ferreiro- de alfabetizar para la computadora, sino en todo caso de alfabetizar con computadoras y claro está con libros y bibliotecas también. Y esto porque "necesitamos lectores críticos, que duden de la veracidad de lo visible impreso en papel o desplegado en la pantalla; necesitamos lectores que busquen comprender otras lenguas, sin menospreciar ni magnificar el inglés necesario y hegemónico; necesitamos lectores que tengan una visión global de los problemas sociales y políticos, sin encerrarse en localismos muy estrechos; necesitamos lectores y productores de la lengua escrita inteligentes, alertas, críticos", señaló. Y para todas estas necesidades, recalcó Ferreiro, Internet ayuda, pero también los libros y las bibliotecas.


Internet para todos
No hay dudas de que si hay un discurso repetido en boca de los funcionarios, gobernadores y ministros de educación es el de la necesidad de que todas las escuelas cuenten con acceso a la red. Sin embargo, para Ferreiro esta coincidencia instalada a manera de discurso homogéneo en toda Latinoamérica no debe ser vista de manera ingenua. Sencillamente porque está claro que estas inversiones conllevan un gran negocio para muchas empresas dedicadas al campo de lo información y las computadoras, que aunque insistan en asegurar que las instalaciones son a muy bajo costo, lo que no se dice con todas las letras es que se hace en cantidades enormes.


Un papel clave
Por eso Ferreiro atribuye al maestro un papel clave en estas decisiones que trascienden lo escolar : "Hasta que los maestros no empiecen a reclamar que se les dé la información que necesitan, que no sepan que hay ciertos puntos de la discusión que son claves, por ejemplo saber en qué tipo de redes se van a instalar las máquinas, quién va a encargarse del soporte técnico y, quizás un tema más importante todavía, con qué software van a venir equipadas esas máquinas, es decir hasta que los maestros no entiendan que ahí hay decisiones de política educativa y nacional y de interés educativo de primer orden no vamos a avanzar en este tema".

Para la investigadora este es un punto esencial que incide en la alfabetización de nuestros días, porque -insistió- es preciso ser conscientes de que "aquí hay un enorme negocio, porque hay una enorme inversión que se está haciendo".

Al respecto, Emilia Ferreiro derivó el centro del debate a la relación entre el acceso que hoy tienen los ciudadanos usuarios de la red, la educación y la producción del conocimiento.

"Es una polémica que nos concierne a los educadores, porque el software libre se desarrolla con la idea de que el desarrollo del conocimiento en este campo (Internet) es como en cualquier campo de la ciencia: yo hago algo y lo publico, lo pongo a disposición de otros para que sigan construyendo.

En tanto que -advirtió- "el desarrollo propuesto en los software de tipo propietario como Microsoft es un desarrollo de tipo empresarial, es decir pongo candados por todas partes y nunca se podrá entrar al programa fuente". Y esta visión es decisiva si se quieren formar -como resaltó Ferreiro- "jóvenes que entren en la computadora no solamente como usuarios sino también como indagadores de ese mundo tan atractivo y prometedor", y en este caso la garantía de esa oportunidad la da el software libre.

"Es decir -recalcó la especialista del Instituto Politécnico de México-, se trata de una postura profundamente ideológica y que tiene que ver con nuestra posición como educadores frente a la construcción de conocimientos".


Llamado de atención
En la misma línea de planteos, Ferreiro (en el fiel estilo que la caracteriza de no ser condescendiente con los maestros en todos sus pedidos, sino en todo caso llevarlos a reflexionar sobre los mismos) hizo un fuerte llamado de atención: "Maestros y maestras, discúlpenme pero estamos frente a un momento donde hay temas muy serios a debatir, que requieren que nos informemos activamente y nos metamos en esta discusión de manera inteligente, y claro está dejemos la pasividad de saber si llevo o no la máquina a la escuela, no nos opongamos con mecanismos de resistencia que sólo muestran el temor que tenemos, nada de ponerlas bajo llave o reclamar que sin capacitación nada se puede hacer con ellas; entiendan que esto llegó para quedarse, pero también que detrás de esto pasan muchas cosas y que son un instrumento poderoso. Pónganse como actores activos y digan en qué condiciones las quieren, sepan qué se está jugando por detrás, porque eso nos concierne a todos como educadores y a todos como ciudadanos".

TOMADO DE "LA CAPITAL ON-LINE"


sábado, 04 de septiembre de 2004

"En la escuela hay que analizar los diarios"
La lectura y la escritura de diversos textos es una de las cuestiones que más debates genera en el campo educativo y social. En pocas palabras, Ferreiro se inclina por afirmar que pensar estos procesos en el siglo XXI implica una ampliación de la responsabilidad de lo público.

-Desde la escuela, los medios y la familia se insiste mucho en la falta de escritura y lectura en los chicos y adolescentes, ¿no cree que eso ocasiona una especie de "efecto Pigmalión" pero a la inversa: de tanto afirmarlo nos terminamos por convencer?

-La queja suele venir de escuelas urbanas y padres urbanos. Pero, curiosamente, es imposible vivir en las ciudades modernas sin leer. Quizás los jóvenes no leen lo que los padres esperan y lo que la escuela quisiera. Pero las pocas encuestas confiables muestran que incluso los de clase baja leen. Lo que ha disminuido es la lectura intensiva, o sea un libro de 300 o más páginas, leído de inicio a fin. Se practica más la lectura extensiva (muchos tipos de mensajes impresos) y fragmentada. Sería bueno saber qué es lo que realmente leen los jóvenes de Rosario, Córdoba, Buenos Aires...

-Pensar la lectura y la escritura en el siglo XXI ¿no es pensar al mismo tiempo en una ampliación de la responsabilidad de lo público -de espacios y decisiones- para asegurar su acceso a todos?

-Totalmente de acuerdo. El problema del acceso al libro es uno de los grandes temas para discutir.


Con la realidad
-Enterado de su visita a la Argentina, el historiador Felipe Pigna expresó: "Qué falta nos hace para encarar una campaña de alfabetización en el país". ¿Le ofrecieron esta posibilidad alguna vez?

-No. Tampoco sé si yo sería la persona indicada. Primero habría que discutir qué entendemos por "campaña". Si se plantea como "lucha contra el analfabetismo", como si el analfabeto fuera el enemigo a vencer, no sería deseable...

-Además de ser un texto de circulación social necesario de leer como cualquier otro, ¿por qué razones es preciso hoy leer y analizar el diario con los alumnos en la escuela?

-Hay que analizar "los diarios" y no un único diario. Eso es mucho más fácil ahora con Internet. No sólo para comprender los estilos periodísticos y para estar conectados con la realidad. En la escuela es importante seguir un acontecimiento y contrastar la manera en que ese acontecimiento es presentado por diversos periódicos, pero también discutir cuándo y por qué algo "deja de ser noticia".


TOMADO DE "LA CAPITAL ON-LINE"
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15. La lecto-escritura en la Educación

15. La lecto-escritura en la Educación
Trabajar con nombres propios, letras móviles, construir un periódicos... son maneras de desarrollar el anmor por la lectura desde la niñez.

Desacargue este PDF para conocer más sobre los niveles de lecto-escritura y aplicaciones didácticas en el aula.
¡Breve y Muy recomendable!

También lea el informe sobre "cómo se enseña a leer en la escuela"

Leonardo Sánchez
Profesor de Educación Primaria

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14. Los niños de América Latina y la lengua de alfabetización

14. Los niños de América Latina y la lengua de alfabetización
Ferreiro, E. (1997) Alfabetización. Teoría y práctica. México: Siglo XXI Editores
Texto del capítulo 11

Los datos del problema

Una de las realidades educativas más graves de la región latinoamericana ha tomado estado público, gracias a la atención internacional actual sobre la educación básica. Se trata de la repetición en la escuela primaria.

El informe de CEPAL-UNESCO de 1992 lo dice claramente: casi la mitad de los niños repiten el primer año de la escuela primaria, lo cual tiene consecuencias para el resto de la escolaridad. En 1988 casi el 30% del total de alumnos de nivel primario, en toda la región latinoamericana, eran repetidores. (Con fines comparativos basta con indicar que en los países más desarrollados la tasa de repitencia se sitúa alrededor del 2%.) En consecuencia, aunque los niños latinoamericanos permanecen en la escuela unos siete años, apenas cumplen con cuatro grados de la escolaridad obligatoria. La repitencia también tiene consecuencias económicas (y es ésa la razón fundamental que ha contribuido a su visibilidad actual): en 1988 el costo de la repitencia se calculó en más de 3300 millones de dólares, casi un quinto del total del gasto público en educación primaria de la región (cepal-unesco, 1992:206-207).

La región latinoamericana tiene una de las mayores tasas de repitencia (a nivel mundial); la repitencia en esta región se concentra masivamente en el primer año de primaria.

Estamos, pues, frente a una situación propiamente escandalosa: hemos incorporado a la escuela primaria a casi todos los niños de seis a once años (más del 90%) pero no hemos aprendido a conducir adecuadamente los primeros aprendizajes, de tal manera que lo que debería ser progreso escolar se convierte, de hecho, en una sucesión de fracasos.

El fracaso escolar inicial

El fracaso en primero de primaria es el fracaso de la alfabetización inicial. Esto ocurre -y debe ser enfatizado- en una región cuya situación lingüística no tiene punto de comparación con la de África. Excepto la situación de las islas del Caribe (que es muy compleja y que no voy a analizar aquí) y la situación de la población indígena (de la cual me ocuparé en la última parte), la mayor parte de la población de América Latina continental habla dos lenguas próximas: español y portugués. Dos lenguas tan próximas que las reuniones regionales pueden realizarse sin necesidad de traductores.

La ortografía del portugués es sin duda más compleja que la del español y es cierto que Brasil, por sus dimensiones y por sus cifras de analfabetismo, podría contribuir a dar un cuadro distorsionado de la situación regional. Sin embargo, las cifras de repitencia no están reservadas a Brasil: están bien distribuidas en toda la región. En consecuencia, las dificultades de la alfabetización inicial no pueden ser atribuidas simplemente a la complejidad ortográfica del portugués (en relación con el español).

En los últimos quince años una serie de investigaciones han puesto en evidencia que los factores socio-económicos no son los únicos que contribuyen al fracaso de la alfabetización inicial. Hay que analizar lo que acontece en el interior de la escuela para intentar comprender los mecanismos institucionales y las presuposiciones conceptuales que impiden que los niños tengan acceso a la lengua escrita. (Ferreiro 1988a, 1992a).

El fracaso de una cierta visión sobre la lengua escrita

La visión tradicional del aprendizaje de la lectura y la escritura consiste en considerar este aprendizaje como la adquisición de un código de transcripción de unidades sonoras en unidades gráficas (escritura) y de unidades gráficas en unidades sonoras (lectura). Este aprendizaje, en sus primeras etapas, es concebido como puramente mecánico e instrumental. Si la "buena pronunciación" no ha sido adquirida (niños que hablan dialectos no-estándar) se tiene tendencia a pensar en un déficit inicial (de naturaleza socio-lingüística, quizás) ya que las "unidades sonoras" son aisladas con referencia a una visión idealizada de la norma, lo cual tiene graves consecuencias, como veremos luego.

Los niños que, luego de algunos meses de escolaridad, no son capaces de hacer "las asociaciones correctas" entre letras (o secuencias mínimas de dos letras) y fonemas (o sílabas) serán juzgados deficientes o de aprendizaje lento (lo que, en términos escolares, resulta equivalente) y deberán repetir el año, es decir, volver a comenzar desde cero, como si nada hubieran aprendido entre tanto.

En lugar de facilitar el aprendizaje, esta visión mecanicista de la alfabetización dificulta el aprendizaje precisamente de aquellos niños que más dependen de la escuela para llegar a alfabetizarse: los niños de los sectores más carenciados y marginados de la sociedad (Ferreiro, 1989).

Son muchos los investigadores de diversos países que han puesto en evidencia la importancia, para la alfabetización, de las adquisiciones propiamente prescolares. Esas adquisiciones son de carácter variado, aparentemente disperso, y son exhibidas por los niños que crecen rodeados de libros y de lectores: diferenciar entre leer y comentar las imágenes de un libro; reconocer el modo de organización del espacio gráfico, en particular la distinción entre lo que es dibujo y lo que no lo es; reconocer el aspecto ordenado y lineal de las marcas escritas, así como su variedad interna; saber que las marcas escritas tienen una propiedad particular: "provocan" una forma especial de lengua oral, que difiere sensiblemente de la comunicación cara a cara propia a la conversación; saber algo acerca del valor social atribuido a la escritura a través de actos sociales que hacen inteligible (aunque de manera embrionaria) algunas de las funciones de la escritura en el mundo contemporáneo: ampliación de la memoria y transmisión a distancia.

No es ocioso recordar que la sola presencia de cierto tipo de objetos en el entorno no es garantía de aprendizaje de las propiedades de dicho objeto; menos ocioso es recordar que la ausencia de cierto tipo de objetos impide el aprendizaje. Los aprendizajes prescolares a los cuales hemos hecho referencia (de manera condensada) no están garantizados en todos los niños que crecen en un ambiente "letrado", pero están ausentes (salvo muy pocas excepciones) en aquellos niños que no han tenido la ocasión de tener libros y lectores en su entorno, que no tuvieron ocasiones para plantear preguntas acerca de lo escrito y obtener algún tipo de respuesta, que no tuvieron oportunidades para garabatear sobre papel (aunque hayan utilizado como si fuera un lápiz un palito y, como si fuera papel, hayan garabateado sobre la tierra o la arena).

Sabemos actualmente que los niños que crecieron dentro de una cultura lingüística letrada (es decir, rodeados de escrituras y de usuarios de la escritura) llegan a la escuela habiendo construido a lo escrito en tanto objeto conceptual, habiendo explorado activamente una serie de hipótesis sobre la naturaleza de las relaciones entre oralidad y marcas gráficas. Aunque la escuela no reconozca aún la legitimidad de tales saberes extra-escolares, esos niños llegan a la escuela bastante bien preparados para comprender el discurso escolar sobre la escritura, en tanto que los otros niños, que no tuvieron oportunidades para reflexionar sobre este objeto, no tienen más opción que seguir la vía mecánica de aprendizaje sin comprender el sentido de lo que están haciendo (Ferreiro, 1985c).

Decimos que es preciso hablar del fracaso de una visión mecanicista sobre la alfabetización y no del fracaso de los niños. La responsable del fracaso es una visión que vacía de todo contenido propiamente lingüístico a la lengua escrita, que confunde sistemáticamente la escritura con la reproducción de formas gráficas y que confunde también un acto de lectura (con la dosis de interpretación ineludible) con la sonorización de una serie de letras. Más aún: esta visión tradicional deja totalmente de lado las capacidades cognitivas de los niños, impidiéndoles reflexionar durante el proceso de alfabetización.

La investigación psicolingüística de los últimos quince años ha modificado completamente los datos del problema. América Latina, que tiene una larga tradición de reflexión crítica sobre la alfabetización (por algo el nombre de Paulo Freire es bien conocido en los foros internacionales), ha contribuido también de manera significativa a la investigación de base en este dominio.

Precisamente, el español escrito ofrece el marco ideal para descubrir que, antes de cualquier problema de ortografía, hay un problema previo (y legítimo) que los niños se plantean: se trata de saber cuál es la relación entre la lengua oral y el sistema de marcas históricamente constituido por la sociedad. Los niños se plantean preguntas que podemos expresar en estos términos: ¿de qué manera la escritura puede sustituir al habla?; ¿de qué medios se vale para hacerlo? Se trata de preguntas referidas a la naturaleza del vínculo entre el objeto "lengua" y el tipo particular de representación socialmente utilizado. Esas preguntas son más profundas de lo que cualquier respuesta simplista podría ofrecer (por ejemplo, no se satisfacen con las seudo-evidencias de un adulto ya alfabetizado que se limita a decir: la escritura representa los sonidos del habla). El español escrito permite poner en evidencia la prioridad de tales reflexiones, lo que no ocurre con otras lenguas escritas con mayor carga ortográfica (Ferreiro y Teberosky, 1979; Ferreiro, 1988b).

Las preguntas de los niños son legítimas porque diferentes lenguas han inventado, a través de la historia, soluciones diversas al mismo problema. Para decirlo de otro modo: tanto histórica como actualmente tenemos diversos sistemas de escritura, todos bien adaptados a la estructura de la lengua original para la cual fueron creados; esos sistemas sirvieron y sirven, con éxito variable, para otras lenguas que guardaron las grafías sin conservar totalmente los principios de base. Sólo recientemente hemos comenzado a comprender los peligros que encierra considerar a la escritura alfabética como la culminación de la evolución histórica de la escritura, así como las debilidades intrínsecas a vincular de manera abusiva la alfabetización universal con la existencia de escrituras alfabéticas (Sampson, 1985; Coulmas, 1989).

Las exigencias de la sociedad contemporánea

La crítica a la aproximación mecanicista tradicional de la alfabetización puede hacerse también desde otras perspectivas. Ya pasó el momento en que parecía que la "cultura de la imagen" iba a sustituir a la cultura escrita: la rápida difusión de las tecnologías de la información plantea nuevos desafíos. Sin embargo, al mismo tiempo en que las exigencias de alfabetización se multiplican y diversifican, la escuela continúa formando aprendices como si se tratara de los escribas de la antigüedad o de los copistas medievales. En una época en que todas las tecnologías cambian, los pedagogos continúan con el eterno debate sobre las virtudes respectivas de la escritura con caracteres ligados o separados, en lugar de preguntarse cómo introducir lo más rápido posible a los niños al teclado (teclado de una máquina de escribir o de una computadora) ya que la escritura a través de un teclado es la de los tiempos modernos y la del mercado de trabajo (Ferreiro y Rodríguez, 1994).

Sin duda alguna, hace falta mucho más que la posesión de un alfabeto para pertenecer a una cultura letrada. No se trata de saber leer un único tipo de textos sino una gran variedad de mensajes escritos (textos narrativos, informativos, instructivos, poéticos, periodísticos, así como cartas personales e institucionales, afiches, diccionarios, recetas, secciones diversas de los periódicos, etcétera).

Tampoco se trata de tener una única estrategia de lectura (la que corresponde a la lectura en voz alta). Es preciso leer para encontrar una información, leer para enterarse de los detalles de una noticia periodística, leer para comparar, así como leer por el placer de leer. Todas esas son actividades diferenciadas, actividades que la escuela tradicional remite a años escolares superiores, siempre por la misma razón: es preciso instalar primero las correspondencias fono-gráficas.

Tampoco se trata de adquirir una única estrategia para escribir (la que corresponde a la copia o la escritura de lo dictado). Escribir para recordar o para hacerse entender por otros, tomar notas rápidas, redactar un informe, son actividades que exigen estrategias de escritura muy diferentes (sin hablar de las diferencias de "formato" cuando se trata de una narración, de un texto informativo, de instrucciones para ser ejecutadas, etcétera).

Hablar de escritura (y no sólo de lectura) cuando hablamos de alfabetización es de la mayor importancia, porque la escritura ha sido (y lo es aún en la escuela tradicional) la actividad reprimida y mal entendida por excelencia. Así como la expresión oral es construcción de un mensaje lingüísticamente codificado, y no simple repetición, la producción escrita no puede ser confundida con una buena copia de un texto producido por otros. La reproducción de formas gráficas es una cosa; la comprensión del modo de composición de esas formas y su correspondencia con un mensaje oral, es algo bien diferente.

La alfabetización en lenguas indígenas

Voy a ocuparme exclusivamente de la alfabetización en lengua materna. Sabemos bien que un cierto número de escuelas indígenas de la región latinoamericana alfabetizan en la lengua dominante (cosa que ocurre a veces a pesar de las instrucciones oficiales, lo que responde a una multiplicidad de causas imposibles de analizar aquí). También sabemos que un cierto número de escuelas indígenas ofrece una especie de "alfabetización mínima" en lengua indígena (apenas algunas palabras aisladas), para pasar de inmediato a la lengua oficial, que es la lengua de instrucción.

Sin embargo, voy a suponer que estamos frente a una situación ideal: una alfabetización conducida en lengua indígena, destinada a una población orgullosa de conservar su lengua y su cultura. El suponer esta situación ideal me permitirá analizar las dificultades que deben ser superadas, incluso en esta situación ideal.

Las discusiones con respecto a la alfabetización en lengua indígena se han concentrado en las características del alfabeto propuesto (¿cuántas y cuáles letras?, ¿cuántos y cuáles diacríticos?, ¿cómo segmentar en palabras lo escrito?, etc.). Es bien sabido que sobre esos problemas gráficos se desencadenan las pasiones y que se asiste a un debate intenso y sin fin. (Recordemos únicamente el caso del quichua, dividido entre los penta-vocalistas y los tri-vocalistas, o sea, entre quienes sostienen que hay cinco vocales en quichua y quienes sostienen que hay únicamente tres. Cf. Hornberger).

Los diversos grupos de lingüistas de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, indígenas y no indígenas, han hecho a lo largo de los años proposiciones diversas y la edición de materiales impresos se enfrenta con obstáculos muy serios: falta de estandarización de la lengua, historia particular de ciertas marcas gráficas, historia de los libros sagrados (la Biblia, en particular) traducidos con tal o cual ortografía (cf. von Gleich y Wolff, 1991).

Supongamos por un instante que esos problemas no existieran, que una buena solución gráfica haya sido encontrada y que no se encuentre ninguna contrapropuesta (actual o histórica) para una al menos de las lenguas indígenas. Esto tampoco resolvería de inmediato todos los problemas gráficos, porque una forma ortográfica establecida "desde fuera" no es comparable a una norma establecida durante siglos de utilización (como ocurre con las lenguas oficiales). Las soluciones gráficas propuestas pueden estar científicamente fundadas, pero es difícil saber si serán conservadas o modificadas en el caso en que verdaderamente la comunidad indígena comience a utilizar la escritura con propósitos diversos y con intensidad creciente. Porque una proposición ortográfica sólo puede ser concebida como una propuesta y no como una imposición; una propuesta que, además, sólo el uso puede validar.

Eugene Nida ha sido probablemente uno de los primeros en indicar muy claramente la diferencia entre las soluciones gráficas "ideales" y las que tienen en cuenta a los usuarios.1

Una visión demasiado normativa de la ortografía (proveniente de lingüistas o de un cierto grupo de poder en la comunidad indígena) puede inhibir más que favorecer a los utilizadores potenciales. Una escritura viva es aquella efectivamente utilizada, a riesgo de ser transformada o incluso deformada durante su utilización. Por ello mismo sería necesario pensar en estrategias que impulsen un aumento en el número de productores de textos diversos, así como multiplicar las ocasiones de producción, pensando no sólo en adultos sino también en los niños pequeños, quienes también pueden participar en este proceso de producción.

Este punto exigirá, sin duda, una gran cantidad de trabajos y una seria discusión metodológica, porque es preocupante constatar que la manera en que se introduce a la escritura a los niños indígenas es de las más tradicionales (cf. Amadio y D'Emilio, 1990). Las muchas experiencias innovadoras de alfabetización que existen en la región sólo conciernen a las lenguas oficiales. Los niños indígenas son introducidos a la escritura de su propia lengua a través de procedimientos mecánicos: reproducción (copia) y memorización. Hay un enorme campo de investigación a desarrollar en la región latinoamericana centrado en tres preocupaciones principales: ¿cómo superar, en las escuelas indígenas, una visión mecanicista de la alfabetización que, como ya sabemos, se convierte en una dificultad suplementaria impuesta a los niños de grupos marginales monolingües?; ¿cómo introducir actitudes de tolerancia respecto de la ortografía, para poder aumentar tan rápido como sea posible el número de usuarios?; ¿cómo hacer aceptar el hecho de que los niños pre-alfabetizados pueden apropiarse de los escrito produciendo escrituras (en lugar de copiarlas únicamente), y que esto puede ser así para todos los niños, los indígenas tanto como los hablantes de las lenguas mayoritarias?

La utilización de la lengua indígena como "puente" para llegar cuanto antes a la lengua oficial ha sido suficientemente criticada y, sin embargo, continúa utilizándosela así. Lo ideal es que la lengua indígena sea utilizada a todos los niveles: en tanto lengua de comunicación, lengua de instrucción pero también lengua de reflexión; lo ideal es que esa lengua tenga un lugar importante a lo largo de la escuela primaria.

Pero quizá sea necesario intentar un cambio en los temas prioritarios de discusión: los debates sobre la ortografía no deberían postergar una renovación de las prácticas escolares de alfabetización en las escuelas indígenas.

La región latinoamericana como laboratorio natural para evaluar el peso de las diferencias dialectales en la alfabetización

Las diferencias de vocabulario y de pronunciación son muy marcadas de un extremo al otro de Hispanoamérica. Hay incluso diferencias morfológicas y sintácticas. No es el caso discutir cuántas y cuáles variantes dialectales podemos distinguir en la región (cf. Moreno de Alba, 1988, cap. iv); basta con reconocer que la manera de hablar, e incluso de leer en voz alta el mismo texto, en tres capitales cualesquiera de la región, difiere de manera muy sensible. ¿Cuál de todas esas variantes es la más próxima al español escrito?2

La conciencia lingüística adquirida por un individuo ya alfabetizado resulta modificada por la misma alfabetización. Cuando este individuo habla de una manera formal y solemne, cree que habla "tal como se escribe". La conciencia lingüística de los maestros de primaria es muy cercana a ese "juego de espejos" que consiste en tomar lo escrito como la norma oral por excelencia, suponiendo que hay que hablar de esta manera para llegar a comprender lo que está escrito.

Sin embargo, cuando consideramos la distribución del fracaso escolar inicial, vemos en todas partes la misma distribución: los niños de los grupos sociales favorecidos aprenden a leer y escribir sin mayores dificultades, mientras fracasan los niños que habitan zonas rurales y la periferia de las grandes ciudades (o los barrios miserables). El fracaso escolar no está distribuido democráticamente en la población. Está selectivamente concentrado. Esto es así cualquiera sean las variedades de español hablado. Por lo tanto es inútil, en términos pedagógicos, preguntarnos cuál es el país o la zona geográfica donde podríamos encontrar "el español más puro" o "el español hablado más próximo a la escritura". Todas las variantes del español americano conducen a los niños con la misma facilidad a la apropiación de lo escrito, con una condición previa: crecer rodeados de cosas para leer, rodeados de personas que puedan leer en voz alta y responder cuando son solicitadas, rodeados de materiales que les permitan realizar múltiples actividades gráficas.

Ya que el currículum de formación de profesores de nivel primario no tiene en general espacio para una formación de tipo lingüístico, los docentes tienden a adoptar inconscientemente los prejuicios lingüísticos de los grupos sociales dominantes. Esto conduce a rechazos lingüísticos (igualmente inconscientes). Pero hay que tener en cuenta que rechazar el habla de un niño como inadecuada para acceder a la lectura, cuando el habla en cuestión pertenece a toda su familia y a su grupo primario de pertenencia, es rechazar al niño como totalidad, ya que cada quien porta en sí la marca lingüística de pertenencia, así como porta un nombre y un apellido. Este tipo de rechazos tiene consecuencias impredictibles, tanto para el niño como para su familia. Ese tipo de rechazo está enteramente injustificado, no tiene ninguna base científica y las evidencias empíricas de la América hispana lo contradicen cotidianamente.

NOTAS
1.- Ya en 1954 Nida indicaba: "No es lo que es más fácil de aprender, sino lo que la gente quiere aprender y usar lo que determina, en última instancia, las ortografías" (p. 23). "Hay una tendencia a considerar estrictamente a los alfabetos fonémicos como 'científicos' y los otros como 'prácticos'. Es una distinción falsa [...] una ortografía práctica puede ser tan científica como una estrictamente fonémica, y eso ocurre en el caso de los alfabetos prácticos que debemos utilizar no sólo los lingüistas, sino también en psicología y en antropología" (pp.29-30) (citas tomadas de Nida, 1964; reimpresión del texto de 1954)

2.- En términos ingenuos esta pregunta equivale a esta otra: ¿quiénes son los que hablan "mejor español"?

TOMADO DE LA "UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL" DE MÉXICO
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