jueves, mayo 30, 2013

187. "Los fantásticos cuentos del Tío Lino" (Cajamarca - Perú)

"Los fantásticos cuentos del Tío Lino"
Treinta y dos cuentos
(César León Muguerza) 

SEMBLANZA DEL TÍO LINO

Se conoce como el “Tío Lino”, a la persona de Lino León, natural del caserío de Cosiete, Distrito y Provincia de Contumazá, Región Cajamarca.

         Éste simpático personaje, vivió hace mucho tiempo en el mencionado contexto y era conocido por su astucia y creatividad para narrar sus cuentos a grandes y chicos.
El “Tío Lino”, que así le llamaban sus más asiduos oyentes, narraba sus cuentos en las horas de descanso de las mingas en la chacra y, cuando iba al “Pueblo” (capital de la Provincia), reunía gran cantidad de gente al costado del templo, las que quedaban maravilladas con sus narraciones.

La descripción más cercana que se tiene del Tío Lino es que era un personaje enjuto, de regular estatura, usaba sombrero, poncho y llevaba consigo su infaltable machete. Asimismo su rostro reflejaba siempre una sonrisa de buen humor que se escondía entre  su tupida barba.

La esposa del Tío Lino, fue la Tía Chuspe, mujer campesina también, que compartía el diario convivir con nuestro personaje. 

EL CHORRO SALVADOR

Cierta vez, el Tío Lino fue a la Pampa de Cascabamba a cuidar su ganado. Cuando estaba realizando las labores de pastaje, se apareció un toro bravo, el que, al notar la presencia del Tío, se enfureció, y botando polvo con las patas delanteras, bufando fuertemente, se le abalanzó  en feroz carrera.
El Tío Lino, con su sombrero en una mano y su poncho en la otra, corrió como venado para salvar su vida. El toro se acercaba peligrosamente y el Tío corría por la pampa. Como no tenía otra salida, se dirigió hacia unas peñas que divisó a la lejos. Al llegar allí,  se vio acorralado entre las rocas y el toro; y observó que a un lado de donde se encontraba había un gran chorro de agua  que bajaba desde la cima. De inmediato, el Tío Lino trepó por el chorro, y llegando a la cima, se puso a buen recaudo.

El toro, que se había quedado sorprendido mirando la singular escena, reaccionó y  empezó a trepar también por el chorro de agua para alcanzar a su presa. El Tío Lino, para salvarse de su enemigo, y, al no haber otra posibilidad, sacó su filudo  machete y de un tajo trozó al chorro de agua, haciendo caer al toro al suelo, el que emprendió veloz retirada.

Es así como el tío Lino salva del toro bravo, gracias a su astucia y al chorro de agua.

LA VARA MÁGICA
Salía por la cuesta de Cosiete el Tío Lino, dirigiéndose a Contumazá. El camino estaba enfangado porque la noche anterior había llovido a cántaros.

Para ayudarse  en el paso, el Tío quiebra una pequeña vara de un árbol de Aliso y lo usa como bastón.

Cuando llega a Curipampa, se encuentra con un buen amigo e inician una entretenida parla, rememorando los viejos tiempos y acordándose de las vivencias de la  juventud. El Tío, apoyado sobre el bastón de aliso, narra también algunas de sus aventuras fantásticas a su interlocutor.

Momentos después, cansados ya de la tertulia, se despiden y deciden continuar su camino, pero ¡oh, sorpresa!, al tratar de mover el bastón, ya no se podía, pues a  éste le habían crecido raíces, fijándose en el suelo.

Para salir del apuro, tuvieron que prestar un hacha en una casa cercana y derribar el bastón, para que el Tío Lino continúe       -silbando de alegría- su camino hacia el pueblo.
EL GALLO FOFOROFO 

El Tío Lino tenía un hermoso gallo, al que había puesto de nombre “Foforofo”, porque cuando cantaba en las madrugadas, para despertar al Tío, su canto se escuchaba ‘Foforofooooooooo!

Cierto día, el Tío Lino se despertó tarde sin haber escuchado el canto de su gallito. Saltó de la cama y corrió al corral donde pasaba la noche y no lo encontró, sólo algunas plumas de su colita estaban tiradas por el suelo.

-¡El zorro maldiciau!-dijo el Tío.

No esperó a tomar el caldo, y cogiendo su escopeta, salió en busca del zorro con la esperanza de hallar vivo a su gallo, pues él sabia que el “Foforofo” era un gallo muy astuto.

Pasó por cerros y montes tupidos y no halló nada. De pronto, a lo lejos, por una quebrada, se escuchó el cantito ¡Foforoooooofoooooo!

-¡Ahí está!-dijo el Tío, dirigiéndose en la dirección del canto de su gallo.

Sigilosamente, se aproximó y observó que, debajo de un árbol, con la panza llena, descansaba el zorro; y, cuando el gallito sacó la cabeza por debajo de la cola del animal, el Tío le hizo señas para que estuviera callado y con su escopeta lanzó un tiro al aire.

El zorro, con el susto  y la fuerza que hizo, expulsó por el trasero al gallito que salió batiendo sus alas a reunirse con su amo.

Al otro día, en la madrugada, el Tío se alegró al escuchar el canto de su gallito, que desde el corral lo despertaba con su son: ¡Foforoooofooooo!
Fuente:

Unión Hispanomundial de Escritores
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