Un mundo perdido, tribus carnívoras, una exuberante e impenetrable selva, aviadores de la II Guerra Mundial heridos y perdidos, un rescate imposible... la excitante historia quedó en el olvido durante más de seis décadas pero el libro "Perdidos en Shangri-La" la recupera.
Pero así todo hubiera sido ficción, valdría la pena, pues tiene todos los elementos y el encanto de lo mejor de Indiana Jones.
Incluso una heroína que físicamente tenía poco que envidiarle a Grace Kelly.
Y fue precisamente gracias a ella que la prensa de la época reportó el incidente. "Cuando los reporteros vieron su foto, empezaron a cubrir la historia pues era como si una joven estrella de Hollywood se hubiera caído en la mitad de la selva: era como salido de una película de Tarzán".
Y, gracias a que su belleza cautivó a los periodistas, Zuckoff se topó con la historia en el archivo del Chicago Tribune, cuando estaba investigando otro tema.
"¡Ahí estaba! Bajo el título 'Rescate con planeador en Shangri-La retrasado por nubes'(...) ¡Era como fantasía!", le cuenta el autor a BBC Mundo.
Pero empecemos por el principio
Era mayo de 1945 y mientras que en Europa ya celebraban la victoria, en el Pacífico, la Segunda Guerra Mundial aún no terminaba.
Sin embargo, ya no había combates en lo que entonces era Nueva Guinea Neerlandesa (hoy, las provincias indonesias Papúa y Papúa Occidental, en la isla que queda al norte de Australia). Así que un grupo de militares estadounidenses se preparaba para disfrutar de un paseo recreativo en avión.
"Yo no sabía que esas cosas pasaban, pero un piloto que estuvo en Irak recientemente me contó que todavía se hacen ese tipo de vuelos. Los llaman 'vuelos de incentivo': si quieren premiar a alguien, como un cocinero que se la pasa metido en una cocina caliente, de tanto en tanto los llevan a pasear", señala Zuckoff.
En este caso, en esa época, el paseo era a lugar tan exótico como desconocido.
"Un año antes de este vuelo, dos aviadores estadounidenses sobrevolaron el lugar y donde el mapa decía que había montañas vieron un valle increíble, habitado por decenas de miles de personas para las cuales la Edad de Piedra nunca había terminado".
Una vez que lo encontraron, todo el mundo quería ir. "Pero nadie podía llegar: no se podía aterrizar, ni era fácil ir a pie, pues estaba rodeado de montañas. Así que todo el mundo quería tomar uno de estos vuelos, para poder mirarlo desde las ventanas".
Unos de los primeros en ir fueron dos corresponsales de guerra y, al verlo desde la altura, "pensaron en Horizontes Perdidos de James Hilton, la idea de lugares magníficos, alejados de la civilización", por lo que lo apodaron "Shangri-La" y así se le conoció.
Mitos distópicos
Poco se sabía del lugar, particularmente, de sus habitantes. Un biólogo, Richard Archbold, había estado ahí, "pero él no estaba interesado en la gente, sino en la flora y fauna".Como suele ocurrir, la falta de conocimiento engendró mitos.
"Se decía que medían más de dos metros, que practicaban sacrificios humanos...", le cuenta Zuckoff a BBC Mundo.
Ninguno de estos rumores resultó cierto.
En cualquier caso, quienes se disponían a viajar no tenían ninguna intención de comprobar la veracidad de las leyendas: el plan no era más que sobrevolar el área, como cualquier turista.
El 13 de mayo, 24 militares se embarcaron en el avión The Gremlin Special (El gremlin especial), un nombre que -dado el desenlace- resultó desafortunadamente acertado.
El gremlin especial se estrelló contra una montaña y sólo tres pasajeros sobrevivieron.
"La primera es Margaret Hasting, esta bella cabo del ejército; el segundo es el sargento Kenneth Decker, quien sufrió una herida terrible en la cabeza y quedó amnésico -no recordaba nada del accidente aéreo-. El tercero, teniente John McCollom no tenía muchas heridas físicas, pero sufrió lo que sólo se puede describir como una herida existencial. Su inseparable hermano gemelo estaba en el avión pero murió. Así que cuando salió a la selva, se encontró solo por primera vez en la vida".
Con mucha dificultad, todos los líquidos que encontraron y algunas bolsitas de dulces, emprendieron su camino hacia el valle.
"McCollom se dio cuenta de que si se quedaban ahí, se morían. No había ningún chance de que los encontraran, pues están en medio de una tupida selva. Así que se fueron en busca de un claro en el valle, y McCollom llevó consigo un pedazo de lona amarilla: algo que pensó se podría ver desde el aire", relata Zuckoff.
Y esa fue su salvación: el pincelazo de amarillo en ese mar de verde fue lo que quienes los buscaban vieron.
El artículo completo en: BBC Mundo
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