domingo, marzo 15, 2009

139. El Quijote y la Idea de Héroe


139. El Quijote, la idea del héroe
y la reflexión ética de nuestros días

Inger Enkvist

Departamento de Lenguas Románicas
Universidad de Lund, Suecia

Nuestra modernidad nace bajo el signo de un héroe delirante y ridiculizado -Don Quijote- y va acumulando sarcasmos y recelos sobre el heroísmo hasta que poco a poco sólo queda la convicción de su fracaso inevitable [1]

Los héroes triunfantes -que siguen existiendo, naturalmente, porque son imprescindibles para que la fe en la vida no decaiga- pertenecen a las manifestaciones culturalmente menos refinadas (novela popular, cine de serie, canción ligera, deporte, televisión…); para círculos más exigentes, el único héroe tolerable es el héroe vencido, abandonado, aquel en que se revela la imposibilidad de la virtud y no su triunfo. [2]

Don Quijote escapa de casa. Sale a los caminos sin prever nada. No trae dinero para pagar la venta y no ha llenado las alforjas de víveres. El yelmo es tan malo que decide no someterlo a pruebas porque sabe que no resiste al más mínimo golpe. Físicamente le va bien el sobrenombre del ”caballero de la triste figura”. En el primer tomo, las intervenciones de don Quijote son negativas: destruye molinos de vientos, causa estropicios en la venta, roba una bacía y una mula a un barbero y es la causa de que el amo de Andrés golpee a éste dos veces. En el segundo tomo, no sólo no es heroico sino es el hazmerreír de los duques y de sus criados. Su desconocimiento de la realidad es tan grande que no se da cuenta ni siquiera de unos engaños muy burdos.

Don Quijote no actúa según un plan - pero sí según una intención. Esta intención se podría llamar ideológica, aunque no es una ideología como las que hemos conocido en el siglo XX. Antepone su ideología al mundo, lo cual le lleva a desdeñar la realidad. No estudia la realidad y tampoco aprende de ella. Don Quijote vive divorciado de la realidad y esto queda patente cuando, en el segundo tomo, se presentan problemas sociales de verdad como el bandolerismo y la piratería. En estos casos, don Quijote no tiene nada que decir y nadie cuenta con él para nada.

Hay que dejar muy clara la diferencia entre Cervantes como persona y autor y su personaje don Quijote. Cervantes conocía a fondo la sociedad de su época. Para mencionar lo que todos sabemos, había sido soldado, había viajado a Italia y había luchado con la armada en Lepanto, situado entre lo que es ahora Grecia y Turquía. Había vivido unos cinco años en Argel como prisionero. De España conocía Castilla, Andalucía, Cataluña y las costas mediterráneas en general. Pocas personas han tenido unas experiencias personales tan variadas como él: primero soldado y herido; durante los cinco años en Argel, líder de unos tres mil prisioneros; de vuelta a España, comerciante y recaudador de impuestos; y finalmente como escritor había tenido contactos tanto con el mundo de la nobleza como con el mundo del teatro. En cuanto a la variación y la intensidad de las experiencias sociales, pocos le ganan a Cervantes. Larroque (2001) subraya que para el que conozca la época de Cervantes, sus libros están llenos de alusiones concretas a los temas del día. Combinado todo esto con la comprensión profunda por todo lo humano y su amor por la naturaleza, el arte y la música estamos frente a una personalidad excepcional desde todos los puntos de vista. Cervantes sabía mucho de la condición humana, de triunfos y de fracasos, de la buena suerte y la mala, del heroísmo y de la cobardía. Sin embargo, su personaje más famoso no es un héroe de aventuras ni un humanista sino un loco simpático.

En La tarea del héroe de 1981, Savater señala a don Quijote como uno de los primeros antihéroes de la literatura occidental. En las novelas de nuestros días, muchos protagonistas no quieren realizar ningún acto brillante aunque tienen la posibilidad. Otros intentan un acto espectacular pero fracasan. El héroe actual es el antihéroe, el débil, el que despierta nuestra compasión. En vez de admirar al héroe, le tenemos lástima. Se habla de la dignidad del fracaso. Esto forma un contraste con el verdadero héroe, alguien que puede y quiere realizar actos extraordinarios. Quizá ”poder” se podría precisar como saber mas poder. Don Quijote no sabe lo suficiente: no entiende cómo funciona la sociedad, no se toma la molestia de averiguarlo. No puede realizar los gestos grandiosos con los que sueña porque es físicamente débil y no tiene los ayudantes ni los medios técnicos que hubieran podido compensar su falta de prestancia física. Lo que tiene es la voluntad de realizar hazañas.

El Quijote trata de la relación entre la literatura y la realidad y, a la vez, de la relación entre el individuo y la realidad. Don Quijote no basa sus acciones en la realidad y no logra su propósito, pero muchos jóvenes lectores de hoy le perdonan su falta de logros porque tiene buenos propósitos. En cada curso de literatura del Siglo de Oro, mis estudiantes alaban la bondad de don Quijote sin apenas mencionar su locura. Suelen basar su juicio en una comprensión parcial no sólo de la obra de Cervantes sino también de la relación entre el individuo y la sociedad. Por todo esto, el personaje de don Quijote y su recepción es un tema que se presta bien para discutir de las corrientes de pensamiento de nuestros días. La interpretación del personaje como un luchador por ideales utópicos en un mundo degradado tiende a enfocar el altruismo teórico del personaje y subvalorar la inadecuación social de sus actos. ¿Por qué estos jóvenes de una sociedad de bienestar de signo postmoderno no quieren ver la locura sino sólo la bondad? ¿Tenemos una concepción romántica del héroe? El presente trabajo tiene el propósito de explorar la resistencia actual a ver la locura de don Quijote.

Fuente:

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ucm.es

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