Roger Chartier
Autor de Historia de la lectura, El orden de los libros, y Las Revoluciones de la cultura escrita, su más reciente obra publicada en español, entre otros, el francés advierte en entrevista sobre la ambigua jerarquía, que implica la proliferación de textos electrónicos y señala la importancia de formar gente con espíritu crítico, para que pueda transformar y asimilar con una postura definida, este mundo, donde la palabra escrita sobrevivirá en diversidad de soportes.
Eduardo Castañeda H.
Entusiasta y descreído, en esta época de dramáticas convergencias, así es Roger Chartier, pilar de la historia cultural de este lado del mundo, con más de veinte obras publicadas, especializado en el amplio mundo del libro y la palabra escrita.
Autor de Historia de la lectura (Taurus), El orden de los libros, y Las Revoluciones de la cultura escrita (Gedisa), su más reciente obra publicada en español, entre otros, el francés advierte en entrevista realizada en Guadalajara, durante la Feria Internacional del Libro de esta ciudad, sobre la ambigua jerarquía, que implica la proliferación de textos electrónicos y señala la importancia de formar gente con espíritu crítico, para que pueda transformar y asimilar con una postura definida, este mundo, donde la palabra escrita sobrevivirá en diversidad de soportes.
Pero no sataniza ni viste de áureas predicciones el presente, ni el futuro que espera a la palabra escrita. Para él, es significativo que en una época en que un libro se negocia como se hace con los jugadores de futbol, con cantidades millonarias de dinero, sea la misma época en que por otra parte se inventa una nueva forma de comunicar, como Internet, que quien ahora la puede utilizar, puede interactuar de manera libre, en paralelo a la visión del mundo que domina, cosa que nunca antes había sido posible a esa escala del planeta.
¿Qué es lo que podemos esperar a partir del almacenamiento de la historia del hombre, en medios electrónicos o digitales, qué cambia con esto?
Qué podemos esperar... quizás lo peor o lo mejor. Lo mejor sería, para retomar la palabra de almacenamiento, suponiendo que los textos ya escritos, ya impresos, fueran transformados en textos electrónicos, la posibilidad por lo menos teórica, utópica, de la biblioteca universal, que se puede utilizar a distancia. Es la primera vez en la historia de la humanidad que es pensable algo así, no digo que va a realizarse, pero es algo que se piensa y que puede hacerse.
Al mismo tiempo, como lo sabemos, cuando hay proliferación, abundancia textual, siempre existe, con el texto electrónico de una manera más aguda, el riesgo de la confusión, de la posibilidad de tomar este mundo como verídico, en el que el control sobre la autoridad, la veracidad se hace más difícil que en el mundo de la cultura impresa o manuscrita. De esta manera el tema del exceso de textos, un tema clásico desde la Edad Media, reforzado después de la invención de la imprenta, se plantea con una fuerza inaudita en el mundo de la textualidad electrónica. Y es entre este sueño pensable de la biblioteca universal y el temor comprensible del exceso textual, que se sitúa el diagnostico del presente.
Hay en este “sueño pensable” el problema de la caducidad del soporte en el cual quedan guardados los textos. Quién sabe si dentro de diez años podamos leer lo que se grabó en un CD hoy...
La dimensión técnica es fundamental. Es decir que por un lado, nadie conoce bien la duración de la permanencia de algunos soportes electrónicos, y lo temen algunos bibliotecarios que no caen en la utopía de la perpetuidad asegurada por el soporte electrónico, y por otro lado, lo hemos visto con las primeras generaciones de textos electrónicos, cómo cambian rápidamente los aparatos, la imposibilidad de leer archivos electrónicos porque ya no hay más los aparatos para hacerlo. De esta manera hay doble riesgo de desaparición.
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De viva voz
“Al mismo tiempo, como lo sabemos, cuando hay proliferación, abundancia textual, siempre existe, con el texto electrónico de una manera más aguda, el riesgo de la confusión”
“En todas las bibliotecas del mundo no son los libros del siglo XVII los que están en peligro de desaparición, ni siquiera los manuscritos del siglo XIII, son los publicados entre finales del XIX y primera mitad del 20”
“Toda esta cadena se fundamenta en la materialidad de los objetos: una carta, una revista, un diario, un archivo no corresponden a los mismos usos y no están investidos con la misma autoridad. Mientras que en la continuidad textual que ofrece el texto electrónico hay un aparato único, la computadora, para todos los textos”
“Una confusión textual que hace que porque un texto o una información puede ser consultada en la red, está investido de cierto grado de autoridad y se considera como una información verdadera”
“Es el momento en que se negocian libros, como se negocian jugadores de futbol entre las empresas, que se ha inventado una técnica que permite, por ahora a los que ya pueden utilizarla, de reconstruir algo mucho más desinteresado, colectivo, gratuito. De ahí también una tensión fundamental, y me parece útil, porque puede influir en el sector capitalista, mercantil, de la producción y circulación escrita”
“De ahí me parece un porvenir incierto del mundo digital, porque a la vez puede seguir reflejando las desigualdades ya establecidas o, por la intervención de los ciudadanos, de los poderes, de las empresas, puede reducirse la distancia. Es como una meta fundamental de este futuro”
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Eso es algo que no sucedía con el papel ¿o sí?
En general el papel resistía más. Un momento difícil para el papel fue entre 1870 y 1940 o 1950 cuando se utilizó para los libros, para los más baratos, un papel cuyo nivel de acidez era muy fuerte. En todas las bibliotecas del mundo no son los libros del siglo XVII los que están en peligro de desaparición, ni siquiera los manuscritos del siglo XIII, son los publicados entre finales del XIX y primera mitad del 20. Ahora ya hay programas para reducir la acidez de estos libros para mantenerlos, pero hay calidades absolutamente catastróficas de esta producción libresca. Pero en general el papel era un soporte cuya duración era más fuerte que lo que podemos tener en el soporte electrónico.
¿Qué implicación tiene para la forma de aprender, ahora que se presenta una gran variedad de fórmulas de texto electrónico?
Esta es una pregunta que siempre voy a contestar de una forma ambivalente. Por un lado claramente se ha mostrado a través de experiencias pedagógicas que la utilización de la computadora en la clase puede hacer más eficaz el aprendizaje de la corrección gramatical o sintáctica. Por otro lado, esta posibilidad de acceso a múltiples textos en una forma numérica o digitalizada que permite multiplicar la difusión del conocimiento. Además, está la posibilidad de una práctica de escritura frente a la pantalla, que también puede ayudar al aprendizaje de la comunicación escrita. Y todo esto, me parece, define el papel que puede y debe desempeñar la nueva tecnología dentro del mundo escolar.
El riesgo que corresponde a esto es el riesgo de la confusión y pérdida de la jerarquización. Porque en el mundo de la cultura impresa es claro que hay objetos que identifican clases de textos, cierto grado de autoridad de estos textos y finalmente, usos. Y toda esta cadena se fundamenta en la materialidad de los objetos: una carta, una revista, un diario, un archivo no corresponden a los mismos usos y no están investidos con la misma autoridad. Mientras que en la continuidad textual que ofrece el texto electrónico hay un aparato único, la computadora, para todos los textos. Por otro lado la semejanza formal de estos textos, y en tercer lugar la posibilidad para cada uno de publicar en la forma electrónica, en la red, lo que quiere, hace más difícil la percepción de esta jerarquía entre géneros, entre autoridad de los textos, inclusive en relación con la fuente misma de donde vienen. Y como lo vemos, con un riesgo de una confusión textual que hace que porque un texto o una información puede ser consultada en la red, está investido de cierto grado de autoridad y se considera como una información verdadera. Ahí hay una desafío muy fuerte. Se ve en la práctica pedagógica en las universidades, en Estados Unidos, en que los estudiantes componen sus papers copiando textos, sin hacer una crítica de la fuente.
Si se busca, por ejemplo, con un motor de búsqueda algo sobre el holocausto, la exterminación de los judíos durante a Segunda Guerra Mundial, lo que se recibe más son los textos de la propaganda revisionista, que niega la existencia de esos hechos. Y todo esto aparece con el mismo grado de autoridad que otros textos.
¿Qué hay de la brecha del conocimiento que se abre, provocada por una brecha tecnológica, entre los países, entre las personas?
Exactamente. Hay un mundo electrónico que refleja hoy en día las desigualdades socioeconómicas del desarrollo. 50 por ciento de las direcciones electrónicas están ubicadas en países anglófonos, 5 por ciento en países de habla española, que refleja inmediatamente una desigualdad socioeconómica. Y al mismo tiempo, en cada país, si existieran las encuestas sobre la propiedad o el uso de la computadora, se manifestaría inmediatamente la desigualdad.
Este es un tema que se usa para rechazar todo idea de globalización, que es un discurso de moda. Hay una imposición de globalización, sí, por supuesto, pero la experiencia de algo compartido no existe. Y el problema es de saber si va a profundizarse esta brecha o si va a reducirse. De ahí me parece un porvenir incierto del mundo digital, porque a la vez puede seguir reflejando las desigualdades ya establecidas o, por la intervención de los ciudadanos, de los poderes, de las empresas, puede reducirse la distancia. Es como una meta fundamental de este futuro.
¿Esto no ha cambiado mucho en la historia, verdad? Los que tienen el conocimiento son los que más tienen económicamente...
Sí, pero la historia de la cultura impresa demuestra que aunque hay gente que tenía el poder económico, particularmente el poder de imprimir libros, o que había clases dominantes que tenían bibliotecas más completas que otras, la tendencia fue hacia el involucramiento en el mundo del conocimiento de medios cada vez más amplios, más populares a través de la alfabetización, de la escolarización. De esta manera, el reconocimiento de las desigualdades no impide la observación de un proceso de democratización. El problema es saber si esta tensión, entre el control por parte de los más poderosos y la tendencia hacia una democratización del mundo electrónico, va a operarse de una manera paralela a la manera en que se desarrolló la cultura impresa.
Ahí juega un papel importante la idea de que la necesidad comercial democratiza ¿no?
Sí, porque hay una ambigüedad, otra vez una ambivalencia... por un lado permite el control por parte de las empresas más poderosas que construyen bancos de datos, sitios web... pero por otro lado, a los que tienen acceso a una computadora, les permite una comunicación diversa, libre, gratuita, sin control, y eso es algo nuevo, porque antes, por ejemplo, una persona no podía imprimir un libro. Había la mediación de la edición, la técnica, la impresión, mientras que ahora, en este mundo, cada uno puede comunicar ideas, etcétera, que permite mantener fuera del control económico una comunicación más libre, con el riesgo que mencionaba. Es decir, que es posible comunicar sus pensamientos, sus creaciones, pero al mismo tiempo es posible comunicar son control, falsificar información, propaganda intolerante...
Un reto entonces sería formar a la gente con un espíritu más crítico, que la capacite para poder moverse en esta red de comunicación...
Es la misión que deben cumplir, me parece, los media, la escuela, las instituciones. Es decir, procurar a los individuos una capacidad crítica y la posibilidad de mantenerse a distancia, en la recepción de todo lo que les viene a través de los medios clásicos: televisión, prensa, radio o través de estas nuevas formas de información y telecomunicación electrónica.
¿Cree que esta misión se esté cumpliendo?
Espero que sí. En general, lo que hacen los maestros en todo el mundo, en las escuelas, va en esta dirección de comunicar aprendizaje para entrar en el mundo de la cultura escrita o de la sociedad, con herramientas para adoptar una postura crítica, para evitar que los individuos sean totalmente dominados por los discursos o las imágenes que se imponen. Pero la escuela no debe pensarse como la todopoderosa, también están la familia, los media, el espacio público, donde siempre hay tensiones y contradicciones, pero me parece que instituciones clásicas como la escuela, como la biblioteca, deben intentar desempeñar de la mejor manera posible este papel de transmisión de un conocimiento, y más, de una competencia crítica.
Nunca antes el valor económico de los textos había sido tan importante, ¿qué implicaciones tiene esto?
Pero al mismo tiempo, en este mundo, hoy en día, se ha introducido una forma de comunicación gratuita, mientras que en el mundo de lo impreso únicamente la comunicación manuscrita era gratuita, con todos los límites de la circulación.
Por otra parte, en el mundo de la cultura impresa, para los best-sellers, son negociaciones de un gran impacto económico. Además, es el momento en que se negocian libros, como se negocian jugadores de futbol entre las empresas, que se ha inventado una técnica que permite, por ahora a los que ya pueden utilizarla, de reconstruir algo mucho más desinteresado, colectivo, gratuito. De ahí también una tensión fundamental, y me parece útil, porque puede influir en el sector capitalista, mercantil, de la producción y circulación escrita.
De tal manera que no veo nuestro mundo como peor que los otros. Es un mundo más ambivalente. Porque cosas que estaban anteriormente separadas, se encuentran en el mismo soporte, en el mismo aparato y tecnología. De ahí la dificultad de los diagnósticos y la tendencia a escribir una leyenda negra, y una leyenda áurea, de la tecnología. Todo esto viene de la ambivalencia fundamental, que hemos ilustrado en esta conversación.
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